El próximo mes de mayo se celebrarán elecciones y los partidos políticos ya se han puesto en marcha. Las campañas electorales, aunque legal y formalmente comenzarán ese mismo mes, ocuparán también íntegramente los cuatro primeros del año, del mismo modo que la presentación de candidatos, de hecho, se anticipó a 2002, al menos para lanzar globos sonda y, otras veces, para designar candidatos y ponerles en la carrera electoral.

Las precampañas desvían la atención de todos, electores y elegibles, para convertir al país en un permanente caos dominado por los sondeos y por las propuestas electoralistas, sin que los políticos se preocupen de buscar soluciones a los problemas más inmediatos y reales, temerosos de que cualquier acción pueda perjudicar sus expectativas. Es muy fácil que los ciudadanos puedan acabar tan hartos y aburridos tanto por la propaganda como, sobre todo, por los ataques cruzado entre los partidos que, llegado el momento de votar, opten por la abstención como fórmula para defenderse del bombardeo de mensajes alienantes y como método que evite sentirse cómplice de la llegada al poder de quienes ya les han defraudado.

*Periodista