Amistad de Murcia es el nombre de un moderno y funcional hotel de la capital murciana, donde me hospedé durante los agitados --informativamente hablando-- días de la riada del Ebro. Lo que iba a ser un viaje privado para asistir a una boda se convirtió en un ejercicio de paciencia, tanto a la hora de leer la prensa levantina en Alicante como la de la capital murciana. Sin embargo, lo que más llamó mi atención fue comprobar el grado de obnubilación y obcecación de sus habitantes. Seré más positivo ponderando como se merecen sus infraestructuras viarias, que llaman la atención del visitante cuando éste llega desde la penosa carretera de Zaragoza a Teruel.

En Alicante --como al día siguiente en Murcia--, los periódicos publicaban en primera página la crecida del Ebro, pero con el increíble sesgo de que no era una catástrofe natural como han sido las inundaciones en Alemania, Austria y la República Checa el verano pasado, o las que con cierta periodicidad y también derivadas de castástrofes meteorológicas --gotas frías-- y lluvias torrenciales acaecen en Cataluña y Levante, sino una demostración fehaciente del egoísmo o irracionalidad de los aragoneses al oponernos al trasvase a Levante y Murcia. Con excelentes y llamativas fotografías del Ebro a su paso por Zaragoza, con el agua superando casi las arcadas de los puentes, y la huerta anegada, la información se abigarraba con todo lujo de detalles y calificaciones, pudiendo interpretarse al final que hemos padecido las inundaciones por insolidarios, pues el trasvase evitaría estas riadas.

TAMPOCO ERA menor el nivel de acidez y acritud en los comentarios inmisericordes sobre los eurodiputados y el comisario Solbes, que cuestionan la oportunidad del PHN y su financiación con fondos de cohesión. Los razonamientos técnicos y argumentos ambientales de peso que contiene el informe eran hábilmente soslayados. En cambio, había abundante combustible para calentar la manifestación del 2 de marzo en Valencia a favor del trasvase y con Zaplana a la cabeza. La prensa no disimulaba el apoyo institucional para financiar gratuitamente el transporte desde todos los lugares de la comunidad, como en los tiempos que creíamos olvidados de la festividad de San José Artesano en la "Democracia orgánica".

El embrujo del delicioso trayecto de Alicante a Murcia por una espléndida y moderna autovía, junto a una fértil vega enmarcada de naranjos y limoneros, se diluyó ante el primer semáforo, donde detuve el coche que luce en su matrícula una "Z" reveladora. El origen de los viajeros fue motivo suficiente para ser públicamente increpados a la par que objeto de comentarios, y alguna "amabilísima" consideración sobre Zaragoza, el trasvase y las inundaciones. Tras las ceremonia religiosa, el acento delató mi origen aragonés, lo que me permitió disfrutar de una recordable conversación con dos señoras de la sociedad murciana, sobre la diferencia de caudales entre el Ebro y el Segura, que sin duda expresa la obsesión de esa tierra española por Zaragoza, sus habitantes y su río.

EL REGRESO a Zaragoza, esta vez por Albacete y Madrid, me permitió seguir disfrutando de 700 kilómetros de moderna autovía (salvo los de la capital del Reino hasta nuestra ciudad), que avalan la envidiable red de comunicaciones españolas que tan torticeramente excluye a Aragón. No escribo con intención beligerante. Pienso que los aragoneses constituimos una sociedad evolucionada, que ha dejado de ser una sociedad rural donde suele ser norma el victimismo a la espera de soluciones foráneas.

Quizá sea momento de una reflexión colectiva en Aragón, sobre si en los albores del siglo XXI no podríamos matizar algunas actitudes excesivamente numantinas en el problema del agua y el PHN, y posiblemente otros, para negociar con imaginación y firmeza, pero con pragmatismo.

La envidiable capacidad de dialogar y pactar que demuestran nuestros vecinos catalanes es todo un ejemplo a seguir. Siendo Aragón abanderado en la historia del Derecho, la convivencia y el sentido integrador, ¿no podríamos poner encima de la mesa nuestros recursos y sus potencialidades, ver tras análisis técnicos rigurosos las posibilidades de racionalizar su uso y si es posible compartirlos, obteniendo en compensación lo que se pactara?

Es evidente que la modernidad y el progreso nos llevan a una sociedad de servicios, donde las rentas agrícolas no llegan al 10% de la generación de riqueza. Y es en el terreno de la industria y fundamentalmente los servicios donde se puede generar más bienestar. Aragón tiene una privilegiada ubicación, nos va a llegar el AVE, tenemos un Pirineo irrepetible, una universidad con cuatrocientos años de antiguedad y sus potencialidades de investigación y creación de conocimientos si se la cuida, un aeropuerto elegido en los años cincuenta por los americanos como localización idónea, buen tejido empresarial, interlocutores sociales dialogantes y constructivos. Arrimemos pues el hombro de manera solidaria y dialogante.

Valore quien pueda si estas reflexiones merecen un pensamiento, igual que invito al propietario del cómodo hotel Amistad de Murcia a pensar si no acertaría cambiando el nombre del establecimiento por otro más acorde con la realidad.

*Catedrático de Urología