Un loco con intenciones suicidas y un poco de gasolina causó una pavorosa hecatombe en el metro de una ciudad surcoreana. Una pelea incontrolada y un conato de incendio desencadenaron sendas tragedias en dos discotecas norteamericanas. Ya ven: se puede hacer mucho daño sin necesidad de armas especialmente complejas. Es más, el terrorismo actual no proyecta su amenaza (aunque podría hacerlo) a través de sofisticados medios químicos o bacteriológicos; eso, hoy por hoy, es ficción. En la realidad, el atentado que marcó un antes y un después (¡aquel 11 de Septiembre!) se realizó al margen de la parafernalia bélica habitual. Bastaron algunos cuchillos, quizás pequeñas bombas verdaderas o simuladas. Los instrumentos de la muerte fueron aviones comerciales controlados por comandos suicidas.

El kamikaze es la más peligrosa arma de destrucción masiva. Y ése tipo de terrorista extremo abunda en Oriente Medio desde hace años. Ahora sabemos que puede generar niveles de destrucción muy altos en lugares que teníamos por invulnerables. Y que no nos cuenten películas, para asesinar en masa no hacen falta antrax ni gases neurotóxicos; basta con golpear en el lugar adecuado: túneles abarrotados de tráfico, centrales nucleares, plantas químicas, espacios densamente poblados. No existe un sólo precedente de terrorismo químico o bacteriológico, al menos de terrorismo político. Una secta religiosa japonesa sí usó gas sarín para realizar matanzas indiscriminadas (también en los abarrotados metros de su país). Pero los efectos de tales atentados no fueron más letales que los potencialmente atribuibles a una bomba normal . Si apuramos la paradoja, incluso podríamos afrontar un hecho objetivo: el único uso de armas químicas en una crisis terrorista (al menos que esté documentado) corrió a cargo de las fuerzas de seguridad rusas en el teatro de Moscú donde mujaidines chechenos mantenían a cientos de rehenes. Ya sabemos cuál fue el resultado.

Bush, su gobierno y aquellos otros que, como el español, se han subido a su belicoso carro justifican un ataque preventivo contra Irak mediante argumentos notoriamente paradójicos, absurdos a veces y a menudo preñados de falsedades. No hablo ahora de opiniones, sino de realidades evidentes. Por ejemplo, el hecho obvio de que Sadam Husein es sin duda un dictador, uno de esos hijoputas que los Estados Unidos hacen suyos cuando les conviene, pero no constituye en estos momentos un peligro significativo (en el ámbito internacional); ni siquiera en el caso de que dispusiera aún de algún stock de gas mostaza o gas nervioso. Con tales productos las tropas de Irak bombardearon las trincheras iraníes durante la guerra entre ambos países, lo mismo hicieron con varias aldeas kurdas mientras todo el mundo miraba hacia otro lado, porque los kurdos, al fin y al cabo, son enemigos del amigo turco. Pero el gas mostaza es un arma que procede de la Primera Guerra Mundial y que sólo tiene utilidad en escenarios igualmente arcaicos. Durante la Guerra del Golfo del 91, el régimen sadamita replicó con vetustos, imprecisos y casi inofensivos misiles Scud (con cargas convencionales) al terrible bombardeo aliado que destruyó el poder militar y las instalaciones industriales puestos en pie años atrás por las mismas naciones que ahora atacaban. El calificado como "cuarto ejército del mundo" demostró ser lo que era: un mecanismo bélico de cuarta... división. Desde entonces y a lo largo del último decenio, Irak ya no es una amenaza relevante.

El arma de destrucción masiva por excelencia es la nuclear. De ella se han dotado India y Pakistán mientras Occidente y la ONU se ocupaban obsesivamente de Irak. Corea del Norte la tiene también o está a punto de tenerla (ojo con este país, que pasa hambre pero sabe fabricar misiles balísticos e ingenios atómicos). Irán trabaja para conseguirla y podría salirse con la suya. Israel dispone de sus propios ingenios de fisión como argumento definitivo ante el improbable éxito de una inimaginable ofensiva árabe. Africa del Sur también logró fabricar varios de estos artefactos en la época en que la minoría blanca debía mantener a raya a la mayoría negra... Por supuesto, las potencias occidentales (EE.UU., Francia e Inglaterra) disponen de una amplia panoplia nuclear (así como química y bacteriológica), además de Rusia y China (¿y Ucrania y Bielorrusia?). Lo peor es que los tratados de no proliferación están siendo vulnerados abiertamente por la actual Administración norteamericana que se considera con derecho a todo.

Entonces... ¿de qué estamos hablando?