Ya tenemos AVE a punto de caramelo, quítame allá las pajillas de la improvisación y unas cuantas menudencias, por más que tengan su intríngulis. Enhorabuena, chicos, os lo agradecemos mucho. Pero, entre tanto, ir a Teruel por tren es recrear las viejas historias del Far West, horas de fatiga y molicia; la red ferroviaria aragonesa se escacha al paso de cualquier convoy y Canfranc se cierra. ¿Hasta cuándo el jueguecito, generosos amigos? El vicepresidente Rajoy dice que nunca gobierno alguno ha invertido tanto dinero en infraestructuras aragonesas, y tal vez no le falte razón, a condición de que añada: por su ubicación intermedia entre Madrid y Barcelona. Pero las infraestructuras que necesitamos, en cuestiones de agua, comunicaciones viarias y ferroviarias están paradas, avanzan al paso firme de las tortugas y acaso requieran los años que vivió Matusalén para verlas hechas realidad. Así que tiéntense las ropas antes de lanzar al vuelo esas campanas que nos venden un Aragón magnífico gracias a un PP que espera obtener mayorías. Ya somos mayores, amigos, y sabemos distinguir el trigo de la paja, o lo que es igual, la realidad de la ficción.

*Profesor de Universidad