La inauguración de una nueva biblioteca siempre es una buena noticia; que se abra en pleno casco viejo, en una zona deprimida, es, también, una ráfaga de esperanza.

La María Moliner, instalada en el antiguo convento de San Agustín, es un rayo de luz que ilumina con ilusión nuestro mañana y que nos aleja un poco más de esa energía violenta, propia de los espíritus primarios y de las mentes embrutecidas, obstinadas en sembrar palabras de odio donde sólo debieran florecer las de paz y diálogo.

En la nueva biblioteca María Moliner, la gente menuda dispone de una sala específicamente infantil y las nuevas tecnologías ofrecen puestos gratuitos de acceso a Internet: las bibliotecas socializan el conocimiento y las fuentes del saber, desde ahora un poco más accesibles para quienes anhelan aprender pero carecen de medios.

Sumidos en la lectura de obras magistrales, legado de incalculable valor de la cultura universal, es más fácil ignorar el ruido infernal de las máquinas de guerra que surcan el cielo cargadas de muerte y destrucción. ¿Por qué el hombre ha llegado tan lejos en la tecnología y aún ha de aprender a entenderse?

*Escritora