Es fácil perder la ecuanimidad en esto de la guerra. No sé si estamos suficientemente informados pero en cualquier caso, temo que extrememos el propio juicio, asumiendo conclusiones muy simplistas sobre situaciones muy complejas. Quizá ello sea inherente a la condición de los que sólo somos gente de la calle; lo grave es que no se comporten con tal ecuanimidad los principales dirigentes políticos, pese a que ellos saben que es imposible responder a muchos y heterogéneos interrogantes con una sola contestación. ¿Serán o seremos superficiales, adrede?

A la guerra de Irak ha precedido la guerra de papeles y de voces entre los dos lados del Atlántico y también, también..., dentro de la Unión Europea que hoy dista más que ayer de ser realmente tal Unión; no predomina el sentido de esa unidad entre los responsables de los estados miembros que pueden acabar inconstituyendo la Unión. Cada uno de esos estados cuenta con su propio ministro de asuntos exteriores y el de la Unión Europea, que debería expresarse por todos, es un patético personaje al que nadie le pregunta por la opinión que tiene por qué da lo mismo lo que opine él, si la UE carece de criterio común y encima, sus miembros no ocultan sino que proclaman las discrepancias que les separan.

Nadie se ha preguntado por qué los laboristas del Reino Unido apoyan la guerra de Irak y por qué no hacen lo mismo, sus colegas ideológicos de España. ¿Será sólo porque aquéllos están en el poder mientras que los del PSOE están en la oposición? Un gesto digno como el del laborista Cook, no hace granero.

A efectos bélicos, nuestro actual Presidente del Gobierno (del PP) parece un calco del que lo era en 1991 (del PSOE) cuando la guerra del Golfo. Salvando meros matices, no se entiende bien por qué suponen ser distintos.

Aunque lo más cómodo resulte unirse "al coro de los grillos que cantan a la Luna", y aunque a la guerra hay que decirle "no" la mayor parte de las veces incluida posiblemente la actual, abruma la escasa prestancia de nuestros principales dirigentes políticos. Excluyo al Rey porque su papel constitucional lo está cumpliendo; los que piden que hable más se lo reprocharían si luego no dijera lo que a ellos les conviniese. El Rey está donde la Constitución le puso y lo demás, opino que es maledicencia o lo que es peor, malevolencia.

Sin embargo, ¿a dónde van el Presidente de Gobierno y el Jefe de la oposición? El primero olvida que España no ha vuelto a tener un líder universal --abdicó Carlos V porque la historia ha ido empequeñeciéndonos-- y el segundo "está con los piquetes", grave acusación que se le ha hecho con razones manifiestas, sin que el interesado comprenda que mañana esos piquetes estarán contra él. Si tampoco España procura una política internacional congruente y común, no vale nada lo que opinen esos dos personajes ni las imputaciones acusicas que se intercambien.

¿Qué pintaba el Presidente en las Azores? ¿Cómo puede el Jefe de la oposición pedir que el Gobierno de España impida a USA utilizar las bases existiendo un tratado que lo autoriza? De semejantes líderes, uno se queda con ninguno. Hacen cosas y emiten pareceres que asombran; se muestran muy seguros pero dejan en quienes les observamos, la impresión de que no saben a dónde van. ¡Lástima grande que olvidemos la importancia que tiene la discreción sobre todo, a falta de talento! Creo que situado cada uno de ellos en la posición que ocupa ahora el otro, haría lo mismo que el otro está haciendo; para decirlo latinamente, no abundan ni en potestas ni en auctoritas.

Es claro que entre las víctimas de esa guerra estarán las instituciones: la ONU, la UE, el TPI y a todo eso, no faltan entre nosotros, algunos cómicos "vivas a Francia" olvidándose de que cuando envía fuerzas disuasorias a otros sitios o amenaza con emplear el derecho de veto en la ONU no hace más que portarse como sus criticados Estados Unidos; ¿no es el llamado derecho de veto, lo emplee quien lo emplee, una derogación singular de la voluntad democrática? Demasiada hipocresía; sin embargo, ni la soberanía ni la eficacia ni la guerra son ajenas a la moral; quiero decir que no deberían serlo.

Un anciano clama desde Roma contra la guerra pero muchos no quieren escucharle porque preferirían que el Papa pensara de otra manera y entonces, sí hablarían de él. Mientras, Sadam goza de muchas simpatías; parece que él si es demócrata y que con él no va la guerra. Por lo demás, de acuerdo.