Si París bien vale una misa, Zaragoza también se merecía que la presentación de su candidatura a la gran exposición del año 2008 fuera también a misa. Con este sano propósito se presentaron los pasados lunes y martes en París, ante la asamblea de la Oficina Internacional de Exposiciones (BIE), muchos representantes políticos y sociales aragoneses, con el fin de arropar al consorcio Zaragoza Proexpo 2008 en la puesta de largo oficial del proyecto. Una iniciativa en la que compite con Tesalónica (Grecia) y Trieste (Italia) y cuya designación definitiva se hará en diciembre del año 2004.

Hacia París marchó, pues, una nutrida delegación con sus maletas cargadas de esperanza e ilusión. La recepción en la embajada española, el lunes por la noche, se desarrolló bajo un ambiente cálido, confiado y prometedor, incluso se animó a los asistentes a hacer proselitismo en favor de la candidatura que se presentaba al día siguiente. Y llegó el martes y llegó la decepción. No sólo porque la presentación de la propuesta zaragozana resultara más simple, sino porque las de Trieste y Tesalónica fueron en conjunto algo mejores.

Dicho en plata, los responsables del consorcio Proexpo 2008 habían ido con aires de superioridad, minusvalorando las otras dos candidaturas, y salieron de rodillas. En los rostros de muchos representantes aragoneses se dibujó ese martes, 3 de junio, un amargo rictus de decepción generalizada, porque la presentación, por su pesadez, por la insólita utilización del francés cuando no era obligatorio, por parte de nuestros ponentes sin dominar el idioma, y por algunos fallos en la apoyatura audiovisual, no había estado a la altura ni de la solidez del proyecto sobre el agua y el desarrollo sostenible ni de lo que se esperaba de una ciudad como Zaragoza.

No hay peros que valgan, porque el mismo consenso que ha presidido la colaboración de las fuerzas políticas, sociales y económicas en este proyecto se ha exteriorizado al enjuiciar la más que discreta presentación de la candidatura de Zaragoza. Se ha intentado no hacer mucha leña del árbol caído, pero sí se han puesto los dedos en la herida. Carlos Tomas, vicepresidente de la DPZ: "Debemos aplicarnos al cien por cien para enmendar los errores cometidos"; Antonio Suárez, portavoz municipal en funciones del PP: "Hay que buscar elementos de impacto para demostrar la fuerza de la candidatura"; Antonio Gaspar: "No llevamos la dinámica correcta"; Enrique Tordesillas, secretario regional de CCOO: "Tenemos que ponernos las pilas para convencer"; Ana Fernández, de UGT: "Los fallos deben servir para aprender"; y Fernando García de Leániz, secretario de la patronal: "Hay que lograr mayor repercusión internacional".

Demasiado comprensivos se han mostrado todos ellos con la decepcionante presentación, pero es tanto lo que se juega en este asunto Zaragoza, una ciudad inmersa en una profunda renovación de sus infraestructuras, que no vale enmascarar las deficiencias contrastadas con el socorrido "para aprender, perder".

Es cierto que los perdedores tienen la oportunidad de aprender, enmendando sus errores y no volviendo a cometerlos, pero no es menos cierto que el éxito es el mayor estímulo que encuentran los ganadores para seguir aprendiendo y para continuar progresando. En la BIE, Zaragoza perdió esta vez y ganaron sus ciudades rivales, lo que demuestra, en contra de lo que se había insinuado, que ni Trieste ni Tesalónica se van a dormir en sus laureles y que van a pelear a fondo. De entrada, vuelven a sus casas con la moral por las nubes.

Dice un adagio chino que quien desee llegar a dragón ha de comerse multitud de serpientes. Esperamos y deseamos que la candidatura de Zaragoza no tenga que desayunarse ya más sapos y que su designación como sede de la Expo 2008 sea una realidad.

El camino a seguir está muy claro. Si la presentación fue flojica y manifiestamente mejorable, alguien o algunos serán los responsables de ello. No se trata de iniciar una caza de brujas, sino de poner urgentemente los medios y de dar los pasos precisos para recuperar el terreno perdido. En este sentido son esclarecedoras las palabras del alcalde "in pectore", Juan Alberto Belloch, que presidirá próximamente el consorcio de la Expo: "Propondré la creación de una sociedad pública que actúe con más medios y personal y el nombramiento de un embajador para la Expo, porque nuestros competidores son muy fuertes y tienen tantos apoyos como nosotros".

La primera condición para resolver un problema es reconocer su existencia. Hay tiempo para resolverlo satisfactoriamente. Que no se escatimen medios para enderezar el rumbo y recobrar la moral. Dado el consenso existente en torno a este magnífico proyecto, nadie va a cuestionar las inversiones que se requieran para conseguir la designación, siempre que la gestión sea transparente y eficaz.

Habrá que afinar en el capítulo de personal, en cuyas manos estará el timón del proyecto. Hay que encontrar la mejor cualificación profesional. No se trata de hacer algo para andar por casa, como se observó en París, sino de competir internacionalmente con garantías para superar a dos buenos adversarios. Zaragoza debe ganar, pero si pierde que no sea por no haberlo hecho de p... madre.

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