Para no confundir al lector debo confesar que soy madridista, aunque últimamente lo sea sin fanatismo. Metido en esta harina de la confesión personal, deberé explicar la raíz histórica de tal adscripción. Provengo de un lugar situado en el fondo de la bahía de Santander llamado Guarnizo. Allí nació un hombre que se hizo famoso y al que la sabiduría popular apodó la galerna del Cantábrico . Se llamaba (y se llama) Francisco Gento López y fue en su época el mejor extremo izquierdo del mundo. Dado que Gento jugaba en el Real Madrid, todos los chavales de Guarnizo nos hicimos hinchas de ese club.

Pero el Real (así se le conoce fuera de España) ha cambiado mucho desde entonces y con la llegada de Florentino Pérez ha entrado definitivamente en la posmodernidad. En efecto, el fútbol dio sus primeros pasos siendo un deporte. Pasó más tarde a ser un gran espectáculo de masas y, finalmente, como todo lo que toca la televisión, tiende a estar sometido a la férula de la publicidad. Cuando digo aquí "publicidad" no señalo sólo (ni principalmente) el negocio de camisetas y otros gadgets, hago referencia a la concepción misma del negocio futbolístico, como empresa publicitaria, en la etapa que ahora estamos viviendo.

ASI LAS COSAS,los clubs y sus impactos en la sedicente opinión pública ya no dependen sólo de los resultados deportivos. Si así fuera, los grandes clubs no resistirían el mínimo análisis de su eficiencia económica, pues sus resultados deportivos, medidos en títulos, victorias o goles, no se compadecen ni de lejos con sus inmensos presupuestos. El Real Madrid, consiguiendo el título de Liga casi en el último minuto frente a la Real Sociedad, es una demostración bien clara de la ineficiencia económica de unas inversiones, en verdad descomunales.

¿Y qué decir del Bar§a? A este respecto, existe una extraña ausencia: la de un cálculo bien sencillo, aquel que consiste en dividir el presupuesto gastado por un club entre el número de goles marcados en el campeonato de Liga.

Con tantos periodistas que se dedican a glosar el asunto (y son miles) es chocante que se nieguen a ilustrarnos con esa sencilla división, y así sabríamos cuánto le cuesta un gol al Real Madrid y cuánto a la Real Sociedad o al Recreativo de Huelva. El negocio de los grandes clubs es económicamente ruinoso, pero publicitariamente goloso. Chupa más cámara que el presidente de cualquier gobierno.

El Real fue eliminado de la Copa del Rey y de la Liga de Campeones, sin que por ello sus dirigentes movieran una ceja. Todo se tapa con la compra a David Beckham, y en paz. Sobre todo si, para mayor gloria, se le arrebata el juguete al eterno rival .

¿Con qué dinero? ¿Con los beneficios obtenidos por el club en su negocio? Quiá. ¿Con los atípicos de camisetas y demás? Tampoco. No insistiré aquí en el pelotazo inmobiliario que pronto tendrá forma de torres en el norte de la ciudad y que formará parte del urbanismo más siniestro de entre los realizados en España tras la muerte de Franco, quien, por cierto, es quien regaló los terrenos al club. Terrenos que ahora se han recalificado.

¿PERO QUIENes Beckham? Un icono mediático que, además, juega al fútbol y se le ha fichado más por lo primero que por lo segundo. Cuestión de imagen. La misma razón que se ha dado para despedir a Del Bosque. "Necesitamos un entrenador que se adapte mejor a la imagen del club", eso se ha dicho. Del Bosque es hombre discreto, algo grueso, calvo y con bigote, a quien ningún publicitario sacaría en televisión anunciando trajes de Armani. Por eso lo han echado. Porque en la era posmoderna lo que importa es la "imagen" y de ahí la guapura del británico Beckham que también envenena mis sueños.

Un fichaje estelar al año, ésa es la única idea: Figo, Zidane, Ronaldo, Beckham... Los galácticos, a quienes dio sopas con honda la Juventus en Turín o metió cinco goles el Mallorca en el Bernabéu.

Para sacarle rendimiento deportivo a tanta estrella habría que cambiar las reglas de la FIFA y que se permitiera a estos clubes estratosféricos jugar con 13 futbolistas y a los no galácticos con 11. Se acabaría con el deporte, pero ganaría definitivamente la publicidad.

Es cuestión de tiempo.

*Escritor y diputado del PSOE.