El mismo día en que un futbolista, contratado por una sociedad privada, disponía de coches oficiales y funcionarios de las fuerzas de seguridad del Estado, que lo recibieron a su llegada a un aeropuerto militar como si se tratara de un jefe de Estado, de una comisaría de Granada se escapaba un peligroso delincuente, por falta de efectivos policiales.

El ministerio de Interior no puede dotar de escolta a los representantes elegidos por el pueblo, alcaldes y concejales amenazados por el terrorismo; no tiene medios para defender lo más básico de la democracia, pero parece que dispone de efectivos suficientes para escoltar a una estrella de fútbol millonaria.

Los modestos alcaldes del PSOE y del Partido Popular, que pueden ser asesinados por ETA en cualquier momento, no disponen de escoltas proporcionadas por el ministerio de Interior, pero el ministerio de Interior encuentra guardias, y motoristas y automóviles suficientes para colaborar en el espectáculo de una llegada, anunciada a bombo y platillo, precisamente para provocar la llamada de la multitud.

Ese día, se vendieron en Madrid ocho mil camisetas en cuatro horas, a 60 euros la camiseta, una bonita operación comercial, que continuará y proporcionará pingües beneficios al club y al millonario futbolista.

Y hay que felicitar al avispado presidente de ese club de fútbol, y preguntarle al ministerio de Interior por qué los contribuyentes, que hace unos días acabamos de hacer la declaración del IRPF, tenemos que pagar la promoción comercial de las camisetas en forma de dotación automovilística y policial.

Cuando los delincuentes se escapan de las comisarías, y la llamada policía de barrio es un proyecto que aguarda, y la gente muere asesinada por falta de policías, la exhibición de guardias a la llegada de David Beckham es una grosería intolerable y un insulto al sentido común.

*Escritor y periodista