Cuando La Esfinge, Luisa Fernanda Rudi sucedió a Antonio González Triviño al frente del Ayuntamiento de Zaragoza, lo primero que hizo fue darle las gracias a la Virgen del Pilar y encargar una auditoría.

Mariano Alierta, entonces, en 1995, teniente de alcalde de Economía, el único titulado del PP en materia de números, estuvo desenterrando los rotos del Trivi , para concluir que El Moro , en su orgía perpetua, había dejado un agujero de cien mil millones de pesetas. "Un pufo", según decía don Mariano.

Ahora, ocho años después, otro alcalde socialista, Juan Alberto Belloch, El Juez, ha devuelto el boomerang auditando la pista de El Jabalí, José Atarés, cuyo frenesí electoral ha arrasado el bosque financiero municipal, dejando la caja fuerte monda y lironda, y una lista de acreedores cuya cola daría la vuelta a la plaza del Pilar.

Mientras el Hombre del Frac busca al joven Ricardo Mur, el último gestor de la quiebra, los datos oficiales estiman que el pufo legado a los zaragozanos por esa extraña pareja, Rudi y Atarés, asciende a ¡ciento cincuenta mil millones de pesetas! Una empresa privada los hubiera puesto en la calle, por incompetencia profesional, pero ahora el zaragozano de a pie deberá hacer frente a su monstruoso e injustificado débito, e incluso decidir en el futuro si a paquetes como estos hay que certificarlos a las Cámaras, o dejarlos sin matasellar, según le sucedió al Trivi .

Lejos de devenir en solución alguna, de limpiar la honra y la hacienda de la ciudad, estas mollares señoras de mantilla y peineta y estos orondos caballeros de mano en el pecho, amén de cosernos a impuestos y multas, y de machacar al personal con obras y monsergas eternas, nos han abandonado, para los próximos años, en la más negra de las ruinas.

Marcharse Atarés a casa y al Senado a descansar y descubrirse que en el Ayuntamiento no hay papel moneda, euros, ni papel impresor, ni siquiera papel higiénico, ha sido todo uno.

Allí, en el corazón del "crack", en el despacho del joven Mur, lo único que había era una tonelada de facturas impagadas a medio país. Desde el importe de 1,4 euros que se le adeuda a Drogas Alfonso por un servicio de tornillería (ignoro si personalizado) hasta el pastón ganso que el municipio debe a una lista de acreedores cuya mareante lectura requiere un optalidón o algo más fuerte.

Llama la atención el número de facturas emitidas al Ayuntamiento por médicos, clínicas, ópticas y laboratorios de carácter privado. Estamos hablando de muchos miles de euros.

No quisiera pensar que algunas de nuestras señorías se ha relajado en la vigilancia de su ética fundacional. Que cargaban a gastos un coche de alquiler, un revelado fotográfico, una radiografía, la revisión de la hernia, el paquete de tabaco, el móvil de la señora, los ramos de las bodas, las funerales coronas... Mas la auditoría indica que hay cuarto oscuro, y que esta derecha de bragueta ancha y diaria comunión estaba rodada para gestionar mercerías, pero no una gran ciudad...

*Escritor y periodista