Cuesta concebir situación más excepcional para una administración pública que la amenaza de suspensión de pagos. Pretender que Juan Alberto Belloch inicie su mandato sin poder atender las necesidades municipales de gasto más perentorias --pagar a los funcionarios, mantener las prestaciones básicas y retribuir a los proveedores-- es, con independencia del color del equipo de gobierno, hacerle un flaco favor a la ciudad. A nadie beneficia el desequilibrio de esta gran empresa de servicios públicos.

Ante las arcas vacías, el gobernante tiene dos alternativas: o pide un préstamo o enajena patrimonio. No hay otra. El administrador no puede permitir que se dejen de recoger las basuras, que no funcione el transporte público o pretender que los empleados municipales trabajen gratis et amore y aplacen dar de comer a sus familias hasta el nuevo ejercicio presupuestario. Se trata de puro sentido común. El Ayuntamiento no puede ser una foto fija y la ciudad de Zaragoza tiene que seguir funcionando.

El actual equipo municipal tiene que buscar una salida rápida y sensata a una situación excepcional de la que no es en absoluto responsable. Y como les pagamos para que decidan y gestionen el municipio, hay que dejarles que aterricen y que gobiernen. Y, por decencia cívica, hay que apoyarles para que, además, lo hagan bien. Luego, a la vista de los resultados, ya vendrán las críticas. ¿A quién le interesa tener un alcalde genuflexo y un equipo municipal maniatado y acojonado ante cualquier decisión?

*Periodista