El que los jóvenes aragoneses descuellen en el conjunto de España por el consumo de drogas no es precisamente una buena noticia. De hecho, algunos datos de las encuestas realizadas por el propio Gobierno regional durante los años 2001 y 2002 son tan abrumadores (un 75% de consumidores habituales de alcohol durante los fines de semana), que podrían hacernos pensar que estamos ante un tremendo problema de salud pública. A largo plazo, esa ingesta de sustancias tóxicas se manifestará en forma de adicciones más o menos controladas y de enfermedades, lo que repercutirá sin duda sobre el ya saturado sistema sanitario y de servicios sociales; antes habrán disminuido las capacidades físicas e intelectuales de generaciones enteras.

Según el consejero de Salud, Alberto Larraz, la situación se debe a la permisividad de los padres y también a la todavía escasa percepción que muchas personas tienen de la peligrosidad de las drogas. No le falta razón. Pero hay otros factores tan importantes o más: el principal, la ausencia de alternativas de ocio para los jóvenes, la debilidad de los tejidos asociativos en nuestra región, la cultura del consumo y de la diversión a cualquier precio... La responsabilidad se extiende a la sociedad en su conjunto.