Cuando se cumple un año del accidente del Prestige , el Gobierno da la crisis por cerrada. Aunque las imágenes de kilómetros de costa rezumando fuel son ya historia, 12 meses después el litoral gallego carece aún de un plan de emergencia y de medios para luchar contra una repetición.

Es verdad que el diluvio de ayudas logró que la mayoría de los gallegos aceptasen pasar página en las municipales de mayo. Pero la realidad es tozuda y no cambia con las subvenciones. Desgraciadamente, el daño oculto del chapapote persiste. Según el Instituto Español de Oceanografía, el fondo marino sigue muy contaminado, lo que puede afectar a la pesca durante muchos años. Unos investigadores de la Universidad de A Coruña informan ahora que, hace ocho meses, la pesca de la zona contenía sustancias cancerígenas. Hay que actualizar los datos para evitar alarmismos injustificados, como piden el Gobierno y la Xunta de Galicia. Pero la credibilidad de quienes en el pasado aseguraron que todo estaba controlado y que no había marea negra, sigue manchada. Los españoles estarían más tranquilos si tuviesen garantías de que nadie manipula los informes de las autoridades científicas independientes.