Desde el resto de España se suele mirar a Cataluña con una mezcla de respeto, admiración y envidia. Algunos presentan a los catalanes como distintos al resto de los españoles, pero a la vista de los resultados electorales del domingo parece evidente que Cataluña es un palmario ejemplo de lo que ocurre en España. Los dos grandes partidos catalanes, PSC y CiU, comienzan a hacer aguas. Los dos están aparentemente contentos porque los socialistas han ganado en número de votos y los nacionalistas de la derecha en número de escaños, pero ambos deberían recapacitar con seriedad, pues el descalabro de ambas formaciones ha sido mayúsculo. Por su parte, Esquerra Republicana, pese a su discurso simplón y carente de propuestas concretas, casi ha doblado su representación parlamentaria, mientras el PP, coherente en toda España, e Iniciativa por Cataluña, firme en las ideas, suben considerablemente. Los partidos en Aragón deberían tomar buena nota de cuanto ha sucedido con los vecinos. Por aquí, los socialistas están viviendo demasiado cómodos de la renta de la oposición al trasvase y los nacionalistas (CHA y PAR) no ofrecen todavía demasiadas garantías como para constituirse en la verdadera alternativa. Así las cosas, el PP parece preparado para ganar las próximas elecciones generales, al menos mientras los socialistas no practiquen la autocrítica, rectifiquen su desastrosa estrategia y eliminen vaivenes programáticos, porque, aparcadas de momento las utopías, lo mínimo que se pide a un gobierno es eficacia y seriedad.

*Profesor de Universidad y escritor