Los comicios catalanes, al margen de para enrevesar aún más el mapa político español, cuya riqueza (veamos el lado bueno) se regenera a sí misma en nuevos movimientos e ideologías (su ausencia también lo es), han servido para retratar a los nacionalistas aragoneses. El análisis que de la persistencia de CiU y el zarpazo de Esquerra han hecho Partido Aragonés y Chunta Aragonesista no ha podido resultar más desparejo.

La CHA ha festejado con alborozo el formidable cómputo obtenido por las huestes de Carod-Rovira, cuyos 542.000 votos, y 23 escaños, han supuesto la auténtica sorpresa de la cita electoral. ERC, como todo el mundo sabe, y también Chunta, ha basado parte de su campaña en la independencia del país catalán, premisa que esta vez no ha sido óbice para que los nacionalistas aragoneses hayan experimentado una notable identificación con sus colegas. No en vano Chunta, aunque no lo airee, pues electoralmente no le es aún rentable, mantiene entre sus premisas programáticas la autodeterminación de la nacionalidad, o nación, aragonesa. Un poco, supongo, como previsión de futuro.

Curiosamente, Chunta no ha mantenido la misma y generosa actitud con otros partidos nacionalistas con los que supuestamente comparte espectro. Así, Labordeta, socialista utópico, y nacionalista, digamos, epidérmico, ha criticado en diversas ocasiones al PNV, alineándose con los partidos constitucionalistas, PP y PSOE, y guardando un sepulcral silencio sobre el plan Ibarretxe. En cambio, en los elogios a Esquerra basados en la comunidad de intereses antitrasvasistas, CHA ha demostrado táctica y visión.

Más dramática ha sido la reacción -a título particular, leo- de José Angel Biel, presidente del PAR. En el auge nacionalista catalán, el líder de los nacionalistas moderados intuye la punta de un peligroso iceberg. Según su análisis, una especie de Segunda Transición amenaza cernirse sobre el estado autonómico, afectándolo profundamente en sus bases y desarrollos. Biel, a diferencia de Bernal, Acero, Fuster y el resto de referentes de CHA, sí ha enfatizado la vocación independentista de Esquerra, apresurándose a desvincular la raíz regionalista del PAR de cualquier veleidad en ese terreno.

En la memoria corporativa del Partido Aragonés todavía están frescas las calamitosas consecuencias de su acercamiento a los nacionalistas vascos. La pasada, y nunca repetida, alianza con Arzalluz, aún siendo meramente eventual, destinada a sumar esfuerzos en el Parlamento Europeo, reportó serios disgustos al partido que por aquella época dirigía José María Mur. Aquel escarmiento debió de ser definitivo, porque desde entonces, y al carecer de representación en la Cámara Baja española, Biel y los suyos han limitado su juego estratégico a la querencia de los dos grandes partidos nacionales.

Es a ellos, precisamente, al PP de Aznar y al PSOE de Zapatero, a quienes Biel, a la vista de la deriva catalana, y en plan hombre de estado, demanda una estrategia o pacto, imagino que de contención, sobre los riesgos de autodeterminaciones e independencias. Prudente, es.

*Escritor y periodista