La posición de EEUU en Irak se está desintegrando. En la actualidad, la Administración de Bush, que erró desde el principio al planificar la ocupación, se debate como si se estuviera ahogando. Puesto que hombres y mujeres jóvenes estadounidenses corren peligro estando allí, ha llegado el momento de que el Congreso requiera a la Administración que entre en razón y programe la salida del país de nuestros soldados. Las bajas estadounidenses han alcanzado nuevas cotas. Los ataques se producen a lo largo y ancho de todo el país. El Ejército estadounidense se muestra razonablemente preocupado por la propagación de una revuelta que hará todavía más insostenible la posición de nuestras tropas e impedirá progreso alguno en la reconstrucción.

La confrontación vivida en Faluya ilustra perfectamente las perversas opciones a las que nos enfrentamos. Las fuerzas estadounidenses intervinieron en la ciudad después de que cuatro ciudadanos norteamericanos, contratistas privados, fueran asesinados y sus cuerpos fueran profanados públicamente. Pero las fuerzas de la resistencia prometieron una encarnizada lucha si los marines intentaban sacarles de allí.

EL EJERCITOestadounidense podía haber arrasado Faluya, pero eso podía haber desencadenado la ira en todo Irak, y posiblemente en otros territorios árabes. Así pues, el Ejército actuó con prudencia. Improvisó un trato con un exgeneral de la Guardia Republicana de Sadam, a quien dijeron que podía mantener la paz en la ciudad, lo que dejó atónitos a los shiís, que habían sido brutalmente reprimidos por el Ejército de Sadam.

Por si fuera poco, ahora nos llegan las abrumadoras imágenes de tortura y humillación de prisioneros iraquís, que están exacerbando a la opinión pública en todo el Golfo Pérsico. Y esto viene inmediatamente después de la decisión del presidente Bush de apoyar las medidas unilaterales de Sharon en el conflicto árabe-israelí. Mientras Sharon anuncia que su compromiso de no atacar al líder palestino, Arafat, está tocando a su fin, la acción de Bush añade todavía más leña al fuego.

Richard Clarke, antiguo hombre del presidente en la lucha antiterrorista, se opuso a la invasión de Irak porque podía representar una distracción de la guerra contra el terrorismo. Peor aún, se ha convertido, como auguraban sus críticos, en caldo de cultivo del terrorismo. Las políticas de Bush en Irak y Oriente Próximo es la mejor publicidad para el reclutamiento de Bin Laden.

En la actualidad, Bush se enfrenta a una realidad que pensaba que podría ignorar. El Ejército estadounidense puede destruir Irak, pero no lo puede gobernar. La ocupación de una población resistente requiere una brutalidad que el pueblo de este país y su Ejército no soportarán. Además, el necesario derramamiento de sangre, retransmitido a todo el mundo por medios de comunicación independientes, sólo conseguiría, sin duda alguna, cimentar el odio hacia EEUU.

Lo que ahora necesitamos es una estrategia clara y centrada. Deberíamos declarar la victoria e irnos. Sadam ya no está. Las armas de destrucción masiva no existen. Ya no hay amenaza. Ha llegado el momento de volver a casa.

EEUU debería convertir la transferencia nominal de soberanía del 30 de junio en algo real. La autoridad provisional de tecnócratas deberían movilizarse inmediatamente para establecer una fecha de elecciones. Deberían designar iraquís que se encargaran de poner en funcionamiento el país. EEUU debería anunciar la partida de sus fuerzas a menos que se extienda la violencia. Ello daría a todos los bandos un incentivo para calmarse, con la esperanza de que EEUU se fuera con mayor premura.

PERO EN ELmomento actual no contamos con ninguna opción buena, como nos demuestra Faluya. Cuando esté claro que EEUU está abandonando el país, es muy probable que en Irak estalle una guerra civil. La población de la minoría suní entrará en confrontación con la mayoría shií. Los kurdos bien podrían intentar conseguir la independencia. Los poderes exteriores intervendrían: los turcos reprimiendo a los kurdos, los iranís apoyando a los shiís, los saudís armando a los sunís.

Esta es la opción perversa a la que nos enfrentamos: es muy probable que la retirada de EEUU desencadene la violencia. Una ocupación continuada hallaría una resistencia creciente. Y la guerra en Irak está alimentando claramente al terrorismo, no derrotándolo.

Bush engañó al pueblo estadounidense en la campaña para ir a la guerra. Pero lo que es mucho peor es que está claro que el presidente y sus asesores se engañaron a sí mismos. Los soldados norteamericanos están pagando el precio final, pero todos sufriremos el caos que han sembrado.

*Pastor baptista y antiguo aspirantedemócrata a la presidencia de EEUU.fTribune Media Services.Traducción de Xavier Nerín.