El amplio informe sobre los problemas de aparcamiento en Zaragoza que EL PERIODICO ha publicado durante esta última semana abunda en datos paradójicos. Y es que mientras los distintos barrios de la ciudad lamentan la falta de plazas de parking y reclaman (sobre todo los comerciantes) la construcción de nuevos y mayores garajes subterráneos, la realidad es que dichas instalaciones están infrautilizadas y cuando sale a concurso su construcción ninguna empresa muestra interés.

A la vista de todo ello, parece obvio que sólo hay dos alternativas para hacer el tráfico más fluido e impedir el aparcamiento en doble o tercera fila: de un lado, restringir al máximo el uso del automóvil privado en el caso urbano; de otro, olvidarse de los parkings subterráneos asociados a la actividad comercial de zonas y barrios para centrarse en la construcción de garajes públicos destinados a los residentes, para que éstos puedan sacar su coche de las calles. Menos automóviles, más calidad de vida. Aunque para que tal alternativa funcione es necesario que simultáneamente se potencie un transporte público eficiente y de calidad, así como una organización del tráfico racional y estricta.