El veredicto del secretario general de la ONU, Kofi Annan, señalando la ilegalidad de la guerra de Irak, decidida al margen de la ONU, llega tarde. Quizá podría haber tenido algún efecto cuando EEUU buscaba avales para su ataque. Hoy el desastre no tiene enmienda, y ni siquiera está claro que esta opinión vaya a influir en el resultado electoral de George Bush.

Pero las palabras de Annan sirven por lo menos para confirmar que, como creíamos nosotros, la decencia política y la legalidad internacional fueron pisoteadas. Por desgracia, actualmente el peso de la ONU en la opinión pública estadounidense es muy reducido.

Más inquietante para los electores puede resultar el informe del Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU que acusa implícitamente a Bush de haber fallado estrepitosamente en los planes posbélicos para Irak y que prevé incluso la hipótesis de una guerra civil abierta. Puede que el actual presidente norteamericano consiga mantener un espejismo de victoria en Irak ante sus electores o que la evidencia del desastre acabe dando la victoria a John Kerry. Pero lo que ya es seguro, porque está consumado, es el quebranto del orden internacional.