El piso es la unidad de cuenta. Las grandes obras se miden o se calculan en función de los pisos que se puedan vender. De los pisos que se dejen hacer en un solar. El solar recalificado es la unidad de cuenta superior: solar por altura partido por dos. De ahí viene más o menos todo. Cualquier postura política, cualquier encuentro o desencuentro, hay que relacionarlo con la variable básica que alimenta el sistema: el piso. Las antiguas ideologías, ya muy limadas por la realidad práctica real, se utilizan a ratos para rellenar esos huecos protocolarios que quedan hasta que se entra en el meollo del núcleo de tema: ¿cuántos pisos? Las ideologías se usan como body milk, igual que antes se hablaba un poco del tiempo, de la familia, del fútbol o de los achaques. ¿Y cómo llevas esa ideología?

El piso es la medida de todas las cosas. La crisis de los astilleros ya no se mide en barcos, sino en pisos. Los estadios de fútbol se calculan en pisos y en recalificaciones. Una línea de metro cuesta tantos pisos más que un tranvía. Es posible que detrás de las posturas haya un cuarto oscuro lleno de conceptos más o menos enunciables, modelos de ciudad, modelos de país, modelos de mundo... Pero manejando esas jergas difusas, polisémicas, nunca se puede llegar a un acuerdo. Ni siquiera se puede hablar. Las campañas electorales deberían versar más sobre el patrón piso, concretando bien las piezas y las alturas, y deberían tratar menos sobre esa confusa mezcla de conceptos, sentimientos y expresiones body milk que, al final, a la hora de la verdad, acaban por desembocar en una mesa sobre la que hay un plano... y unos pisos. Y eso, yendo bien. Mejor un plano que un rifle. Todo el forcejeo de los terceros mundos pasa por el registro de la propiedad de los pisos. En cuanto existe, no rebasa la corrupción estandar, y se respeta, ya hay un baremo universal, un atisbo de civilización. En España hay tanta afición a los pisos porque es la primera vez que se reconoce abiertamente que todo el mundo tiene derecho a uno en propiedad. Bueno, a dos. (Lo fuerte es que no sólo se tiene el derecho, sino la obligación).

Es más difícil una guerra si la mayoría ya tiene su piso. En cuanto el mundo medieval de Oriente y Occidente abrace la Fe del Piso y se olvide de otras menos cuantificables, todo estará OK.

*Escritor y periodista