El Departamento de Educación ha resuelto de forma inmediata el primer caso de acoso escolar denunciado en Aragón trasladando al alumno acosado a otro centro escolar, como querían los padres. El reciente suicido de un muchacho donostiarra, que había sufrido persecución por parte de un grupo de compañeros, ha disparado las voces de alarma ante lo que muchos consideran ya "indiferencia letal" por parte de la administración y los educadores, aunque también los padres tienen un alto grado de responsabilidad sobre lo que sucede en los patios de los colegios. No es la primera vez que la consejería de Educación tiene que actuar para solucionar conflictos de este tipo. Y tampoco será la última, porque no es ningún secreto para las partes implicadas que en algunos centros de Secundaria impera la ley de los matoncitos de turno, que son, lógicamente la antítesis del buen estudiante que suele ser casi siempre la víctima propiciatoria. El patrón es conocido, pero algo falla si las autoridades y los consejos escolares ignoran el sufrimiento físico y psicológico de algunos alumnos. En las aulas no se puede hablar de sufrimiento en soledad, si los tutores y los profesores no saben cuanto deberían saber el problema es mucho más grave de los que parece.