Los datos preocupantes de la economía norteamericana no han pasado factura a George Bush. La satisfacción por el nuevo mandato conservador ha tenido reflejo inmediato en los indicadores de los precios bursátiles, sobre todo los de la industria militar. Sube el petróleo porque ya se ve que se alargará la crisis en Oriente Próximo, aunque el aumento es moderado porque las reservas de Estados Unidos son altas. Bush ya ha dicho que el capital político que ha acumulado en el 2-N lo dedicará a hacer progresar sus planes para privatizar en parte las pensiones y la sanidad, y mantener la reducción de impuestos para las clases altas.

El PIB estadounidense crece por encima del 3% con baja inflación. Pero son datos que ocultan otros más inquietantes, como el apoteósico déficit público de 420.000 millones de dólares. Acompañado con otro déficit, el comercial, indica que el país sigue sumido en la debilidad: importa mucho más de lo que exporta y gasta más de lo que recauda. Tarde o temprano deberá hacer ajustes, como avisa la pérdida progresiva del valor del dólar. Aunque facilite las exportaciones de Estados Unidos, genera una grave amenaza de inflación para todas las economías desarrolladas.