Me imagino que la victoria electoral de George W. Bush habrá sentado a Michael Moore como una patada en la espinilla, pero un tipo dotado con tantos recursos y con un tan acusado e ingenioso sentido del humor sabrá superar la adversidad para seguir alegrándonos la vida con sus ocurrencias y parodias, vehículo, este último, que Moore utiliza para hacer circular sus paradojas.

¡Todos a la calle! , cuya traducción castellana acaba de presentarse, es un trabajo anterior a los que han venido proporcionando a su autor una justa y polémica fama de niño terrible. El infante malo, desaseado, gordo, de una democracia americana que exporta el sportsman y los edulcorados finales de Hollywood frente al cine de autor o la colectiva catarsis del autor de Farenheit 9/11 , Bowling for Columbine ... o de aquellos Estúpidos hombres blancos ...

Ese ¡Todos a la calle! a que se refiere el título de Moore alude a la revuelta de los trabajadores y a la cadena de despidos que en los años ochenta vinieron a contradecir la teórica buena marcha de la economía norteamericana. "Estados Unidos va bien", ironizaba entonces Moore, anticipándose, en remedo suyo, a la frasecilla publicitaria de José María Aznar. Pero añadía: Ya...

Para demostrar que USA no iba ni mucho menos bien, Moore se aplica a amontonar datos que, en efecto, ponen en solfa la supuesta prosperidad de los mandatos de Reagan y del viejo Bush. Durante esos períodos, afirma Moore, uno de cada cuatro niños norteamericanos vivió en la pobreza. La renta real no aumentó en la década de los noventa, y, "mientras vosotros vivís a base de tres MasterCards estiradas a más no poder", el 40% de la riqueza del país permaneció en manos de un 1% de la población. En cuanto al mercado salarial, baste, para ilustrarnos, el siguiente dato: los directores generales, los CEO (Chief Executive Oficers) de las 300 principales compañías norteamericanas cobraron 212 veces más que un trabajador medio.

Moore recuerda su primera película --Roger y yo (1989)-- para evocar la crónica de "cómo la corporación más rica del mundo, General Motors, destruyó mi ciudad natal, Flint, Michigan, al despedir a 30.000 trabajadores en un momento en que la compañía alcanzaba beneficios récord. Filmé la búsqueda del presidente de GM, Roger Smith, y mi intento de convencerlo de que fuera a Flint para ver lo que había hecho a la gente". Un taxista preguntó a Moore por qué el Congreso había invertido dos años y diez millones de dólares en averiguar por qué siete personas fueron despedidas de la agencia de viajes de la Casa Blanca, pero nadie dedicó un centavo ni un día a analizar la razón de que 30 millones de estadounidenses hubiesen perdido su trabajo. Respuesta de Moore: "Porque los peces gordos son los mismos que que pagan a esos políticos para que mantengan al país entretenido con cualquier chanchullo tipo Whitewater". Para terminar, Moore resume así el fin de una era de ilusión, mentiras oficiales y credulidad popular. El fin, en definitiva, del Sueño Americano: "Ahora es la Pesadilla Americana: si te esfuerzas en tu trabajo, la empresa prospera... y tú pierdes tu empleo".

*Escritor y periodista