Al final, donde se ve la españa cutre, la que no cuenta ni pinta nada, es en el fútbol, gran escaparate de nuestra inconstitucionalidad diaria. Quince millones de presuntos españoles se pueden quedar sin ver el partido del sábado noche: el Bar§a-Madrid. La españa cutre, la que vive en autonomías de Tercera Regional, no tiene derecho a ese fútbol en abierto que garantizó el ministro del urogallo, el que puso balasto de tercera clase en los AVEs. La otra, la españa buena, la que tiene televisión autonómica y por lo tanto pertenece a la FORTA (Federación de Organismos de Radio y televisión Autonómicos), podrá ver ese partido del sábado, igual que pudo ver el Deportivo-Levante. La FORTA y TVE no se ponen de acuerdo en el precio de esos partidos de los sábados. La españa cutre de Tercera Regional no sólo se queda sin fútbol en abierto sino que ni siquiera es noticia: esta marginación da para un breve. A los grupos que emiten partidos no les interesa que se hable de este tema, a las grandes cadenas de tv tampoco. Es una pescadilla clásica: al no tener televisión ni siquiera consigues salir en las noticias. Lo de menos es el fútbol, que también hay mucha gente que no lo soporta. Lo importante es lo que refleja esta amputación, lo que este partido nos cuenta de españa y su inconstitucionalidad diaria, audiovisual. A la mierda las mayúsculas, pues. Si no hay partido no hay mayúsculas. Ni reforma de la constitución. El sábado, si hoy no se ponen de acuerdo TVE y la FORTA, se suspenderá temporalmente la constitución. Quince millones de televidentes estarán fuera del estado español, en un limbo marciano, en zona de sombra, suspendidos de ciudadanía.

Lo segundo que refleja esta miseria es que el tema ni siquiera asoma a las portadas: a la españa de primera no le interesa esa audiencia errante. El tema de la tele está tabuizado al máximo en los medios, ninguno puede hablar de eso abiertamente, de ahí que se insista tanto en la telebasura, que es un tema marginal, de relleno histérico. La españa sin tele autonómica no sólo refleja la inconsistencia de sus políticos, sino también --y esto es peor-- la entrega sistemática que esos políticos han venido practicando de los derechos de sus ciudadanos: entrega antes a los intereses de sus propios partidos (y sus empresas) que a los que les han votado. La desidia nunca es gratuita.

*Escritor y periodista