El debate sobre el estado de la Comunidad se ha convertido en un acto clásico del inicio del curso político. Se supone que su celebración ha de actuar como un pistoletazo de salida, poniendo de inmediato la actividad de partidos e instituciones a un nivel máximo. Sin embargo, la realidad indica que este acto parlamentario ha sido abducido por la rutina y que sus sucesivas ediciones empiezan a ser un calco de las anteriores. Llega septiembre, llega el debate, pasa... y la vida sigue igual.

Siendo éste un curso electoral que alcanzará su clímax en las autonómicas y locales de la primavera del 2007, existen más posibilidades de que el debate que hoy empieza en La Aljafería rompa con la rutina y alcance nuevas y mejores cotas tanto en el análisis de la situación como en la propuesta de alternativas.

El presidente Iglesias va a cerrar dos legislaturas de estabilidad con él al mando. Cabría esperar que su discurso de apertura pase revista a los logros reales del periodo... y a lo que no se ha logrado. Sabemos que los políticos encasillados en funciones de gobierno suelen ser incapaces de aplicarse ración alguna de autocrítica. Pero Marcelino Iglesias habría de comprometerse con la realidad, en lo bueno y en lo malo, y no limitarse a sobrevolarla. De la misma forma, la oposición está obligada a trabajar con seriedad sus réplicas de mañana para que el debate no se vaya por las ramas. Esto es más que un trámite.