Cuando viajé en el año 1996 a México, el país, como ahora, carecía de muchas cosas, pero a pesar de ello, su presidente, Ernesto Zedillo, elaboró un programa divulgativo a favor de la educación que me llamó la atención. Constantes anuncios en televisión animaban a la población a la lectura y a difundir lo importante que era ir al colegio. Entré en una librería pensando que iba a poder estar a mis anchas, cuando una multitud de chavitos alborotados habían ocupado cada rincón de la tienda, recogían los libros para el nuevo curso escolar. Mi sorpresa fue doble, por un lado los niños rebosaban de alegría y por otro los libros eran de balde. Por entonces en nuestro país eso estaba muy lejos de ser realidad. Ahora en muchas comunidades ya lo es y sin duda se tendría que generalizar, pero los niños no están contentos, la vuelta al colegio la hacen con desgana, ¿será porque tienen un contacto fugaz con los libros?, además de ser intocables los pierden de vista para siempre y olvidan referencias didácticas. Este sistema de "te lo dejo y no lo manches" no es muy motivador, es mejor el sistema de herencia entre hermanos, los libros se hacen de la familia y se afianza el amor.

Pintora y profesora de C.F.