Una de las virtudes, y no la menor, de Michael Connelly, reside en su capacidad para renovar los escenarios donde transcurren sus novelas.

Lugares geográficos que son, casi siempre, los mismos, estando, por lo general, situados en la costa este de los Estados Unidos. En Los Ángeles capital y en sus municipios costeros. Y ahora, también, según sucede en su última entrega, Cauces de Maldad (The narrows, en el título original), en la ciudad del pecado, en la ciudad de Las Vegas, donde también se ganan la vida (y, a veces, la muerte), el equipo de CSI.

El detective Harry, o Hieronymus, Bosch, Bosco, para los amigos (aunque, la verdad, no tenga demasiados), se enfrentará esta vez a la detención de un psicópata, a un peligroso criminal surgido de las propias filas del FBI (y sabido es no hay peor cuña que la de la misma madera). Luchará contra un superagente, Robert, Bob, Backus, adiestrado en la Unidad de Ciencias del Comportamiento y, por lo tanto, dotado con un amplio bagaje científico y profesional.

Una vez emprendida su persecución, sus antiguos compañeros llegarán a sospechar que El Poeta (sobrenombre de Backus, debido a sus aspiraciones literarias) ha llegado a simultanear dos papeles en el elenco convencional del género negro: el asesino y el detective, reunidos en un único e intransferible rol.

Bosch, en esta función, debería haber quedado al margen. Atraviesa una crisis y hace algún tiempo que ya no pertenece al FBI. Ha abierto oficina como investigador privado; en Los Ángeles, por supuesto. Su primera clienta será la viuda de un antiguo colega suyo en la oficina federal, que acaba de perder la vida durante un aparente siniestro sucedido en alta mar. Sin embargo, en su cuaderno de bitácora aparecerán unas notas indicativas de que el desaparecido agente estaba investigando uno de esos casos antiguos, o fríos, cerrados en falso. Y ese caso archivado, ese pez dormido que había mordido el anzuelo tenía mucho que ver con El Poeta.

Harry Bosch, la cruda creación de Connelly, se pone rápidamente en acción para, a la par que trabaja por la viuda de su colega, y por preservar el honor y la dignidad de éste, emprender la búsqueda y captura de Backus.

Como otros sofisticados criminales, El Poeta se ha sometido a un tratamiento facial que hace extremadamente difícil su identificación. Literalmente, ha desaparecido del mundo... salvo de la particular agenda de casos pendientes que siempre pesa en el bolsillo de Bosch.

Acción, por supuesto, velocidad, cambios constantes de escenarios y el grado más o menos justo de violencia serán algunos de los elementos o ingredientes novelescos y escénicos que el autor mezclará con su habitual pericia.

En el plano humano, conoceremos el lado cariñoso de Harry Bosch, a su única y desunida familia. A Eleanor, su mujer, ex, mejor dicho, ahora convertida en una famosa jugadora de póker. Y a una hija pequeña, en cuyo dormitorio, cuando no puede dormir, ni tiene a nadie que le escuche, un padre llamado Bosco aparece en medio de la noche...

Escritor y periodista