Nadia Eweida, 55 años, azafata de mostrador de British Airways, en el aeropuerto de Heathrow, ha sido suspendida quince días de empleo y sueldo por llevar un crucifijo. Los directivos de la compañía aérea aconsejan que los símbolos religiosos se escondan bajo la ropa, pero el crucifijo forma parte de un collar, y se ve. Se ve, si uno se fija mucho, porque en la fotografía en la que Nadia muestra el motivo de su sanción el crucifijo abulta algo así como la uña del dedo meñique. Menos mal que no hay nada que se escape a los ojos de un buen inquisidor.

Mi tía María, antes de partir la hogaza de pan, hacía con el cuchillo la señal de la cruz, así que hubiera tenido muy pocas posibilidades como azafata de British Airways, aunque murió sin haber viajado nunca en avión. En esta Europa correcta las cosas se están poniendo tan divertidas como, cuando en tiempos de la censura franquista, los restaurantes tuvieron que cambiar el nombre de la ensaladilla rusa por el de ensaladilla zarina, porque los rusos eran comunistas.

No hace mucho, en un vuelo de Iberia, observé cómo una azafata se santiguaba, tras sentarse y ponerse el cinturón de seguridad, gesto por lo que si las cosas prosperan, le podría costar dos meses de empleo y sueldo. Otrosí, este verano, por el contraste entre la atmósfera ambiental y el aire acondicionado, estornudé en un vuelo, y la azafata me dijo ¡Jesús!. Tal temeridad fue posible porque no era una línea de la British Airways, y porque no se encontraba cerca ningún inquisidor de la compañía, porque si se juntan esos dos factores se queda en la calle. La vocación de censor, cruzada de gilipollez, causa situaciones delirantes. Quevedo nos habla de una mujer que fue denunciada a la Inquisición por decirle a las gallinas pío, pío, puesto que pío significa santo. Mañana, la despedida Adiós requerirá explicaciones correctas para saber a qué Dios se refiere. Tanto ñoño y ningún Quevedo. ¡Jesús, Jesús! Dicho sea con perdón.

Escritor y periodista