Reapareció la laguna urbana en el centro de Zaragoza. Agua prisionera bajo el asfalto que se rebela. De vez en cuando emerge y corretea un poco por calzadas y aceras hasta desaparecer de nuevo. Es como un perverso y recurrente minitrasvase a la plaza Paraíso y colaterales. Es un cíclico recordatorio del obsoleto estado de la red de conducciones que transcurre por allí. El problema es que no se ve el momento de cambiarla: seis meses de obras y colapso sería mucho tiempo. Demasiado tiempo de molestias a los ciudadanos; tanto tiempo que incluso podría llegar a pasar factura electoral al gobierno municipal responsable.

Es una pena que en la vida de las ciudades y en sus ámbitos políticos no existan, como en el baloncesto, los tiempos muertos exentos de penalidad en las urnas. Tiempo muerto para arreglar las tuberías; también para construir los aparcamientos públicos necesarios en una ciudad que pronto verá circular por sus calles a más de un millón de coches, que se dice pronto. El párking de Independencia no pudo ser por conservar algunos restos arqueológicos, por cierto, de nuevo enterrados. ¿Ya no hay otros lugares? Luego las prisas.

Doctor en Medicina y Cirugía. Radiólogo