El clamoroso resbalón del presidente del PP, Mariano Rajoy, al poner en duda de forma harto ligera la existencia del cambio climático, contrasta con la importancia que, al otro lado de los Pirineos, ha dado Nicolas Sarkozy a las medidas de mejora del medioambiente. El presidente de Francia, también de derechas, ha entendido que la batalla contra el cambio climático es una prioridad inaplazable para cualquier Administración. Tanto, que ha lanzado lo que él mismo ha calificado de "revolución ecológica", con un paquete de medidas que van desde la imposición de tasas al consumo de fuentes energéticas fósiles (petróleo, carbón, gas) a la promoción del ferrocarril; desde el parón en la construcción de nuevas autopistas al impulso de las energías renovables. Todo un programa que tiene muy en cuenta los estudios solventes, respaldados por las Naciones Unidas, que señalan una serie de vías para combatir el cambio climático. Sarkozy ha movilizado a la comunidad científica, a los empresarios y a los sindicatos para articular su ambicioso programa. Mientras, aquí, Rajoy dice que tiene un primo que es físico y que tiene dudas sobre el fenómeno. La comparación de ambas actitudes resulta descorazonadora y deja al Partido Popular en evidencia.

LA HISTORIA DE ESTE SIGLO Al situarse en el terreno de los escépticos ante el cambio climático, Rajoy contribuye a desmovilizar a la sociedad en la lucha medioambiental. Es un error del que esperamos una contundente rectificación por parte del PP, porque el reto de frenar el calentamiento del planeta es uno de los más importantes que tiene la sociedad de nuestro tiempo. El cambio climático no es, además, un problema exclusivamente ecológico. El enfoque que gana terreno en multitud de países, gobernados por la izquierda o por la derecha, es que hay que combatir desde ahora mismo los efectos que el fenómeno tendrá en campos como el demográfico (grandes desplazamientos de población), el económico (crisis de producciones agrícolas, hundimiento de sectores turísticos) o el humanitario (hambrunas, sequías, inundaciones). Un abanico de problemas previsibles que, sin hacer catastrofismo, marcarán la historia de este siglo. Una fuerza política seria y con posibilidades de gobernar este país debe presentar una alternativa en el terreno medioambiental. Porque, como dijo ayer mismo Al Gore, premio Nobel de la Paz, el futuro de la civilización no puede convertirse en un "juego político".

REPERCUSIONES EN ARAGÓN El giro verde que ha dado Sarkozy puede tener repercuciones directas sobre los planes de transporte logístico que tiene Aragón. Uno de los ejes de su "cambio estratégico" consiste en la construcción de autovías ferroviarias para atenuar la densidad del tráfico pesado que soportan las carreteras y autopistas. El Gobierno de Aragón considera que las nuevas propuestas francesas favorecen el túnel transpirenaico.