La crisis de las obras del AVE en su llegada a Barcelona dio ayer un giro espectacular en el terreno político. El presidente del Gobierno ha decidido apartar de la gestión de ese proyecto a la ministra de Fomento, para ser él personalmente quien pilote lo que lleva camino de ser un escollo muy difícil de superar antes de las elecciones legislativas previstas para marzo. Magdalena Álvarez ha sido acosada por la oposición, que prácticamente en bloque ha pedido en el Congreso su dimisión. Tal vez que la ministra se convirtiera en el blanco de todos los ataques haya llevado al presidente Rodríguez Zapatero a mantenerla en su puesto. Pero los últimos acontecimientos --suspensión parcial del servicio de Cercanías, nuevos socavones, hundimiento de un andén de la estación de Bellvitge y, ayer, paralización de las obras del AVE-- dan idea de que la crisis se ha ido completamente de las manos de los responsables del Ministerio de Fomento.

OBLIGADA A DIMITIR Es obvio que si la ministra queda fuera del proyecto más importante que en este momento ejecuta su departamento, está obligada a dimitir. Si no, el presidente tendrá que destituirla a no mucho tardar, porque el desgaste es ya insostenible. Zapatero tiene que maniobrar de aquí al miércoles, cuando comparecerá en el Congreso para dar explicaciones sobre los problemas generados en Cataluña por la llegada del AVE. El presidente no puede salir simplemente a pedir disculpas --algo que ya ha hecho en reiteradas ocasiones--, sino que tiene que dar nuevas explicaciones sobre el calendario de reanudación del servicio, sobre la fecha de llegada del AVE a la estación de Sants y sobre la mala ejecución de la obra por parte de alguna de las empresas adjudicatarias.

CLAMOROSOS INCUMPLIMIENTOS En este sentido, el presidente parece haber tomado la decisión de quitarle a OHL, la compañía constructora que preside Juan Miguel Villar Mir, la obra del túnel de Bellvitge, causante de los socavones. Es difícil valorar desde fuera hasta qué punto ha habido errores técnicos en la obra, pero sí se han dado clamorosos incumplimientos. Resulta, además, evidente que era una locura intentar mantener el servicio de Cercanías mientras se trabajaba a pocos metros en un terreno inestable. Cuando aparecieron los primeros socavones, se pidió que se abordase sin dilación la decisión de cerrar las líneas de Cercanías afectadas. Ahora se ha demostrado que había riesgo cierto de que algún tren pudiera sufrir un accidente importante.