Después de cuatro ediciones, puede afirmarse ya sin posibilidad de error que las Jornadas Culturales y Literarias del Matarraña, o Matarranya, se han convertido en un programa cultural intenso e interesante para su comarca, y para el resto de Aragón.

Por méritos propios, dos nombres destacan en la urdimbre de esta nueva aventura cultura, que tanto nos enriquece: el de Rosa Doménech, alcaldesa de Calaceite, y el del escritor Emilio Ruiz Barrachina.

El germen inicial de las Jornadas quedó desde un principio establecido en torno a la figura del escritor chileno José Donoso, quien, como muchos de ustedes saben, residió durante varios años en una bonita casa rehabilitada del casco alto de Calaceite (Teruel), desde cuyos balcones disfrutaba de una inspiradora vista de serranías y olivares; tan hermosa, aunque menos poblada, como la que disfrutarían aquellos guerreros iberos instalados en el cerro de San Antonio, desde los umbrales de sus casas de piedra excavadas por Joan Cabré. Piedra y sol, ya entonces...

En el Ayuntamiento de Cretas, otro de los municipios que participa en las Jornadas, volvimos a visionar aquella entrevista que en los años setenta le hiciera a Donoso el presentador cultural Joaquín Soler Serrano. Una interviú de cincuenta minutos, en blanco y negro, sin cortes publicitarios (como hoy, ¿verdad?), en la que el autor chileno confesaba sus filias y sus fobias en el terreno literario, y más particularmente en el entorno de lo que entonces se vino a llamar el boom.

Relataba Donoso con su oratoria hipnótica y snob sus agónicos esfuerzos para culminar El obsceno pájaro de la noche, su gran novela, el dinosaurio que casi le robó la vida. O quizá fuese un buitre, más que un prehistórico lagarto, porque él sentía como que un pico le desgarraba las entrañas.

De hecho, en una crisis ulcerosa, fue operado de urgencia en un hospital norteamericano. Como consecuencia del trauma permanecería dos semanas en estado esquizofrénico. Finalmente, ya recuperado, terminaría El obsceno pájaro...

Además de los recuerdos y homenajes a la figura de Donoso y a otro gran escritor, Mauricio Wacquez, también chileno, y que asimismo residió en Calaceite, las Jornadas han servido para acercarnos la realidad actual de la literatura andina. Autores como Carlos Franz, Antonio Fontaine, Sergio Macías, Paz Balmaceda o Marcelo Maturana representan las nuevas tendencias de una escuela que sigue siendo plural y universal, y, desde el punto de vista técnico, muy relevante. Porque si en algo coinciden los escritores chilenos, muy distintos entre sí, es ese ansia de sobrevolar sus propias fronteras y ofrecer al mundo universos complejos, paradójicos (y a menudo, a la manera de Donoso, mestizos o híbridos).

Otro momento inolvidable fue el recital poético en el castillo de Valderrobres. El malagueño Francisco Quintero abriría el fuego declamando tres poemas inéditos; irían tomando el relevo Manuel Francisco Reina, José Ramón Trujillo, Jaime Gimeno, Arturo Fontaine y Shlomo Avayou. Escucharles fue como recuperar el sonido de las palabras cuando, como notas, van cayendo, con ordenada suavidad, desde algún lugar regido por la música.

Escritor y periodista