Opinión
El alma de una ciudad
Jesús Sánchez Adalid novela la Alta Media española con un elenco apasionado y coral.
Nadie suele saber, realmente, en qué consiste el espíritu de una ciudad, su específica fuerza, su distinto magnetismo, su personalidad.
Es de suponer que dicho espíritu proceda de una mezcla antigua de elementos, de su historia y de su lengua, sus costumbres, los hechos de sus reyes y príncipes, de sus tiranos e iluminados, de sus santos y mártires, de sus guerreros, de los que abrieron los pozos de agua dulce y tendieron los primeros puentes, de quienes alzaron las catedrales góticas y enseñaron a otros a honrar a los difuntos bajo una cruz y una tumba de cal... Todo ese ruido, ese rumor proceloso de tapices y de heridas, de proclamas militares sobre los empedrados de las plazas, de alaridos en las prisiones, de historias de amor y de sangre late en los sepias pergaminos de cualquiera de nuestras ciudades medievales. Sólo hay que aguzar el oído para escuchar cómo hablan las vitelas y las piedras.
Jesús Sánchez Adalid así lo ha hecho, y el resultado ha sido El alma de una ciudad, una novela coral en que el escritor extremeño, sobradamente conocido de los lectores aragoneses, recrea el ambiente de la Alta Edad Media española.
La acción de la novela se sitúa en la segunda mitad del siglo XII, cuando, a la muerte de Alfonso VII, se iniciará en el reino castellano una suerte de relativa y próspera paz, debida al equilibrio con respecto a los reinos vecinos. "El reino de Castilla gozó de cierta tranquilidad. Los moros habían sido arrinconados más allá de las sierras, a los territorios del sur, donde contaban con la protección del valí de Sevilla, Abu Ishaq. Las batallas más duras se daban en tierras portuguesas, en Santerén, ciudad asediada por el califa de los almohades Abu Yacub y Yusuf. Los caballeros de Ávila se unían cada temporada a la mesnada y partían en primavera acompañando al rey, para regresar antes del invierno, en torno a la fiesta de Todos los Santos".
La nueva monarquía se propondrá colonizar y repoblar otros territorios, o extrema durii. Con el número de habitantes crecería y se expandiría también el poder de las órdenes militares y del estamento eclesiástico, consolidándose, por otra parte, el de la alta nobleza. Lo que no implicaba, en ningún caso, que la corona y su origen divino se pusieran jamás en duda. Además de esos territorios de frontera, donde la escaramuza con los árabes es constante, Toledo, Trujillo, Ávila, Coria o la legendaria Ambrosía serán algunos de los escenarios por los que transcurrirán los episodios y aventuras de El alma de una ciudad. "Eran tiempos de grandes hazañas: las conquistas de Coria, del castillo de los Calatrava, Baeza, Almería..."
Uno de cuyos protagonistas, descrito con la habitual solvencia del autor en la caracterización de roles, será un joven clérigo. Su vocación, desde niño del coro, servirá para profundizar en las órdenes religiosas. Otros personajes, un comerciante de Ciudad Rodrigo o un joven caballero de la Orden de Santiago se encontrarán camino de Compostela, para referirse sus vidas e invitar a los lectores a un viaje interior.
Sánchez Adalid es autor de varias novelas, la mayoría de ellas de corte histórico: El mozárabe, El cautivo, La sublime puerta... Muy recomendables para los lectores que no busquen templarios, ni al Santo Grial.
Escritor y periodista
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