Corrían los primeros años setenta cuando en Valencia se creó la editorial Avance, un instrumento más para la lucha. Aquellas gentes necesitaban presencia en todas partes y así entré a formar del invento. Lo comento porque a ello debo una de mis mejores alegrías de tan duros años. Se trataba de conseguir que Teresa Pamiès se aviniera a dejarnos publicar uno de sus más bellos libros, Cuando éramos Capitanes, para lo que no hubo problema alguno; sólo facilidades y compromiso. Al hilo de tales circunstancias tuve la fortuna de encontrarme varias veces con Goyo, su compañero. Era nada menos que el mítico Gregorio López Raimundo, hombre sencillo donde los hubiera, a pesar de su enorme grandeza cívica y una declarada fe en el comunismo de rostro humano. "¿Eres de Aragón?", me dijo, y a partir de ese momento ya fuimos amigos, sorprendido yo cuando me dijo que había nacido en Tauste y que se consideraba hijo de la Ribera maña, la mudéjar torre de Tauste, una obsesión dominante. ¡Qué memorión, siempre preocupado por las andanzas barcelonesas de mi hijo Adrián, siempre presto para que el hijo se sintiera "como en casa". Raimon nos lo cantó en su mirífico The conegut sempre igual, sí, un hombre cabal al que siempre lo hemos conocido igual, defendiendo los valores de la razón y de un mundo igualitario, justo, solidario, optimista y generoso. Era un gran aragonés, raíces que ya más livianas y cascadas, gusta de mantener y recordar su hijo Sergi. ¿Para cuándo el homenaje?

Profesor de Universidad