La impresión generalizada es que los dirigentes europeos no saben cómo salir del agujero en que el "no" irlandés ha metido al Tratado de Lisboa. Un segundo referéndum en Irlanda, recurso sugerido en los primeros días, aparece ahora cargado de problemas a los ojos de analistas de referencia. Entre otras cosas, porque un nuevo llamamiento a esa opinión pública podría reforzar las actitudes contrarias al tratado que abundan en otros pueblos: el checo, el polaco y el británico. "Toda Europa debería agradecer a los irlandeses que hayan parado ese proceso erróneo que nos lleva a una mayor unificación y al debilitamiento de las naciones", ha declarado el presidente checo al diario Lidové Noviny.

Otras fórmulas, y en los periódicos se han apuntado hasta casi una decena, presentan dificultades. Y el tiempo aprieta: porque el plan diseñado por Sarkozy y Angela Merkel para salir del callejón sin salida que implicaban los "noes" francés y holandés del 2005, debe culminar antes de que termine el 2008.

El pesimismo impera en los diarios europeos. Pero, al tiempo, firmas de distinta ideología coinciden en otra reflexión: toda la orientación que el proyecto europeo ha adoptado desde hace una década, debe ser repensada e, incluso, abandonada.

El Financial Times, adalid de la plena integración británica en la UE, ha sido suave: "Es tiempo de que los líderes europeos salgan a la calle y vendan a sus votantes el éxito que ha sido la ampliación. Si no, se corre el riesgo de una reacción que sumiría a la UE en una maraña nacionalista".

Mucho más duro ha sido Alan Posener en el alemán Welt am Sonntag: "El referéndum irlandés manda el Tratado Constitucional a la papelera. La clase política europea dice que hay que mantenerlo. Pero es falso. Hay que repensar Europa. Y eso, esencialmente, quiere decir que Europa no podrá construirse a espaldas de sus ciudadanos". Tras recordar que uno de los impulsores del Tratado, el italiano Giuliano Amato, había reconocido que se había acordado que "el texto fuera ilegible" y que el ministro de exteriores belga había dicho que "el tratado debía ser incomprensible y lo hemos logrado", Posener concluye: "Repensar Europa significa cuestionar el mantra de que sin el Tratado, Europa es incapaz de actuar y de ampliarse".

"Tras la lección irlandesa podría empezar la tercera fase de la construcción europea", ha escrito Lucio Caracciolo en La Repubblica. "En la primera, las Comunidades Europeas fueron sinónimo de la reconciliación franco-alemana. La segunda, anunciada por la reunificación alemana y el suicidio de la URSS, produjo Maastricht y ha sido el canto del cisne del funcionalismo que ha pretendido transformar la economía en política, la unión monetaria en integración geopolítica. La tercera debería asumir el fracaso de esa alquimia para construir un proyecto europeo con quienes lo desean y sin los que desconfían de él. O renunciar. Con claridad y democracia".

Y esto ha dicho un editorial de Le Monde: "Hay que crear, junto con la actual UE, una vanguardia formada por los países dispuestos a aceptar la regla de la mayoría cualificada para profundizar en la integración".