Cuando los partidos celebran sus congresos, el ciudadano de a pie haría mal en no prestar atención a su discurrir, porque en el resultado final de todos estos procesos nos jugamos todos mucho. En los estados de democracia pluralista los partidos son los más importantes sujetos políticos que determinan el funcionamiento de la cosa pública. Luego, en los procesos electorales, todos los ciudadanos tenemos ocasión de votar. Pero votamos opciones, programas y personas previamente decididos en los partidos. Son sin duda, con sus luces y sombras, el principal instrumento de participación política y cuando su vida interna languidece es toda la sociedad la que se resiente. Cuando no representan a una parte de los ciudadanos la consecuencia es la inestabilidad política permanente con sus consecuencias económicas y por último la deslegitimación del Estado y de sus instituciones en el peor de los casos. Son el reflejo del pluralismo social que implica la democracia. Sus comienzos parecen darse en Inglaterra, allá por 1679, cuando nacieron los whig y los Tory. Los tories miraban al rey. Los whigs miraban hacia el pueblo, cuyo bienestar consideraban el fin y objeto de todos los gobiernos. Decía Weber, en 1922, que los partidos son o bien organizaciones patrocinadores de cargos, en cuyo caso su objetivo consiste en llevar a sus jefes por medio de las elecciones al lugar director, en los que lo que menos importa es el programa, o bien partidos de ideología que se proponen la implantación de ideales de contenido político. Cuando se lucha mucho por los cargos y se discute poco de ideas, mala señal. Decía también Weber que hay dos maneras de hacer de la política una profesión. Unos viven "de" la política: son los que aspiran a hacer de ella una fuente permanente de ingresos. Otros viven "para" la política, en los que no sucede lo anterior. Para la salud democrática son necesarios partidos de ideología y políticos con ideas. Por eso los procesos congresuales son tan importantes: producir ideas y elegir a los más capaces, no a los más trepas. No es ingenuidad, es necesidad democrática. Profesor de Universidad