Día tras día, casi sin excepción, la crisis económica sigue mandando en los periódicos de referencia de todo el mundo. Y el pesimismo, sin fisuras, domina en los titulares, en los análisis y en los editoriales por mucho que algunos gobiernos, y no solo el español, se esfuercen en tratar de convencer de que las cosas pueden empezar a mejorar en la segunda mitad del año que viene. El paro aumenta en todas partes. Vertiginosamente en Estados Unidos. La inquietud de la gente por el futuro también. Y, sin embargo, en los periódicos no aparece el argumento que hasta ahora siempre había acompañado cualquier empeoramiento de las circunstancias económicas: la protesta social.

Con excepción de dos países, aparte de Grecia. Uno es China, aunque en este caso el fenómeno no está siendo registrado por sus medios de comunicación sino por los extranjeros. Y con intensidad creciente. El Herald Tribune de este viernes abría su edición con este título: "El experimento de 30 años de reformas puede estar acabándose en China". Circulan las hipótesis más tremendistas. Uno de los presupuestos más comúnmente aceptado es que si el crecimiento económico chino baja del 8% anual --y se prevé que lo haga hasta el 5%-- la tasa de empleo caerá de forma masiva y, lo que sería peor, la precaria situación de los casi 500 millones de personas que viven en el campo podría estallar y provocar un dramático endurecimiento de la política china incluso en el exterior.

El otro país en el que se habla abiertamente de grave riesgo de conflicto social es Francia. El lunes Le Monde, un periódico casi siempre muy prudente, abría asegurando que los problemas sociales, los de la juventud y el de los barrios marginales, inquietan profundamente. Unas pocas líneas después de ese titular varios dirigentes socialistas afirmaban sin reparo que la movilización juvenil griega puede perfectamente repetirse en Francia. Mas abajo el diario aseguraba que ese tipo de inquietud también está asentada en ambientes gubernamentales e incluso en la sede de la presidencia.

La confirmación de esto último llegaba al día siguiente, cuando Nicolás Sarkozy hacía retirar el proyecto de reforma de la enseñanza secundaria que desde hacía algunos días tenía movilizados a los estudiantes en la calle en cantidad e intensidad muy superior a la prevista. Y el miércoles Jean Daniel escribía lo siguiente en el Nouvel Observateur: "Los estudiantes dieron miedo en el 68, al igual que vuelven a darlo hoy los griegos. Porque lo que tienen en común los jóvenes griegos y los franceses es el sentimiento, que también se detecta en otros pueblos, de que carecen de futuro. La revuelta no solo es la expresión de una necesidad de afirmación, de un desafío hacia toda autoridad, sino también de la cólera por la situación en que viven millones de jóvenes, en Grecia, Francia y otras partes".

SÍNTOMAS DE VIOLENCIA "Aunque sean económicamente necesarias", prosigue Jean Daniel, "las sumas astronómicas concedidas a los bancos para evitar su quiebra son insoportables para las conciencias. No es preciso investigar lo que sienten los jóvenes: me basta con observar la violenta aversión que yo mismo siento hacia esos dirigentes empresariales que se cubren de oro tras fracasar en sus tareas. Con frecuencia se pueden detectar los signos que anuncian la indignación y los síntomas que pueden degenerar en violencia. Este es hoy el caso".