Sesión especial (y graciosísima) en las Cortes aragonesas sobre Motorland. Presentación en Madrid de la candidatura olímpica Zaragoza-Pirineos (con asistencia de altos ejecutivos de todas las grandes constructoras españolas). Portavoces de Aramón explican que la ampliación de Cerler causará importantes impactos pero traerá enooormes beneficios (de eso estoy seguro, y los de las grandes constructoras también). El consejero Arguilé propone dragar todos los ríos de Aragón sin cortarse un pelo medioambiental. Al científico Badiola le desanima que se recorten los presupuestos destinados a la investigación... Todo esto es demasiado (al menos para mí). Mejor me consuelo visitando las estatuas de Rodín, pasándome hoy por la entrega de los Premios Cálamo o regodeándome por anticipado con el concierto que la Filarmónica de Berlín dará la semana que viene en el Auditorio.

Y en lo que queda de artículo prefiero continuar con las especulaciones políticas que inicié el otro día. ¿Qué pasara en las elecciones del 2011?, se preguntan todos los que están en el ajo. Pues que la cosa aún se puede liar más. Por ejemplo: imaginen que el peso muerto de la crisis (y las inercias anti-zapateriles) empujan al PSOE aragonés hacia abajo y que, por las mismas leyes de la física elemental, el PP tira para arriba. Se quedan más o menos empatados. Llega una vez más la hora de las bisagras. Sí, pero resulta que el PAR baja (el desgaste. amigos; solo el desgaste natural), la CHA sube, IU mantiene e incluso mejora posiciones y UPyD entra en el juego llevándose votos de los unos, de los otros y de los desencantados. La combinatoria poselectoral podría ser impresionante. Casi estoy por jugarme algo a que, de hecho, lo será.

Lo cual nos lleva de la mano a un asunto capital: todos los partidos deberían aclarar de aquí a un año qué alianzas consideran factibles, cuáles no y donde sitúan las líneas que limitarán sus ofertas de pacto. Si no es así, la ciudadanía no sabrá exactamente a quién está dando (realmente) el voto ni tendrán validez alguna los programas, las promesas y los discursos. Cada cual debería retratarse con nitidez. Aunque dudo de que la mayoría lo haga.