Puesto que son muchas e ilustres las cabezas pensantes empleadas en dar vueltas a la capitalidad cultural zaragozana, no es momento de olvidarse de aquellos otros aragoneses que por todo lo alto pensaron también con la bragueta.

Y no me estoy refiriendo, no sean mal pensados, a Luis Buñuel o a don Santiago Ramón y Cajal, ni siquiera a Antonio González Triviño, sino al más famoso de los amantes venecianos, al culto, casquivano y legendario Giacomo Girolamo Casanova.

Que era, según nos confiesa de primera mano en sus memorias este donjuán veneciano (Historia de mi vida, originalmente escrita en francés) más que medio aragonés.

"Mi primo --escribió Casanova, de su puño y letra-- me ha informado de que nuestro árbol genealógico partía de un tal Francisco, un aragonés que vivió a finales del siglo XIV y que nos legó su ilustre genealogía".

No hay mayor constancia ni vínculo de su relación con aragoneses. Con los españoles, sin embargo, Casanova nunca se llevó especialmente.

"Debo decir --redactaría igualmente en sus cuadernos, en ese tono cortesano y casi siempre irónico que le es característico-- que los franceses siempre me gustaron y los españoles jamás; porque en los modales de los primeros hay algo tan cortés, tan gentil, que uno se siente atraído hacia ellos como hacia un amigo; mientras que en los segundos se aprecia un aire de orgullo ofensivo que les da un aspecto repelente y no predispone a su favor".

En descargo de tan radicales opiniones, escasamente favorables, reconozcámoslo, al proyecto de Zaragoza 2016, habría que tener en cuenta que aquellos españoles del XVIII que tan poco agradaban a Casanova eran menos ilustrados de lo que la Ilustración exigiría y más broncos y fieros a medida que avanzaba su decadencia patria. Pero han, hemos cambiado. Tampoco los aragoneses de hoy tienen mucho en común con los contemporáneos del cura Pignatelli o de Francisco de Goya.

En ese tono más lúdico y europeo nuestro, bien podríamos encajar en nuestro patrimonio intelectual la bohemia y literaria experiencia de Giacomo Casanova, veneciano de ascendencia aragonesa que se codeó con Voltaire, Rousseau, la Pompadour o Catalina la Grande, que fue acusado de magia e inventó la lotería. Ni méritos ni amantes le faltaron a aquel peculiar aragonés...

Escritor y periodista