Confieso que no practico mucho deporte, pero me he quedado sin voz alentando a la Roja, me muerdo las uñas con las proezas de Alonso, admiro la templanza y la madurez de Rafa Nadal y, por supuesto, he sufrido con los desniveles de los lagos de Covadonga o del Alpe d´Huez, siguiendo las pedaladas de los ciclistas. Siempre me han parecido los deportistas más sufridos y los menos remunerados en comparación con los ases de otras disciplinas. Pero el debate que se ha suscitado esta semana sobre si Alberto Contador hizo bien o mal aprovechando el error de Andy Schleck para atacar y colocarse líder de la general del Tour y la instantánea de ambos en el Tourmalet me han sacado de mis casillas. En este afán por edulcorar todo, por eliminar la quinta esencia de las cosas, ahora resulta que es antideportivo, o cuando menos feo, utilizar la equivocación/mala suerte del rival para batirlo. Que esta polémica se haya desatado en el ciclismo, donde por desgracia se han usado todo tipo de artes para conseguir un mayor rendimiento, parece de chiste. Hoy Contador ya es virtual ganador del Tour, pero si ayer se hubiera roto... ¿habrían parado el cronómetro?.