Los hay que temen a los periodistas más que a una pedregada pero confiscarles el bolígrafo cuando van a trabajar parece excesivo. Como si a un albañil lo mandan a un andamio sin cemento y sin paleta. Los profesionales que acudieron a informar sobre el concierto de los Tote King y Morodo, en la carpa de Valdespartera, tuvieron que dejar el instrumento de trabajo porque para evitar grafitos y pintadas no se permitía entrar ni bolis ni rotuladores. Toma ya.