El lío de ese estudio (o lo que fuese) para la Expo que se adjudicó a dedo y nunca se hizo, el encierro de los médicos de Atención Primaria, la opacidad de no pocas empresas públicas... todo esto, ¡ay!, configura un barullo indescifrable que siembra el caos en las administraciones y confunde-cabrea a los administrados. ¿Cómo puede ser? se preguntarán ustedes. Pues fácil, queridos: resulta que las susodichas administraciones, en vez de tener clara su política de personal, la organización de sus recursos y el ámbito de su actividad, han ido derivando en una especie de búscate la vida que multiplica las vías de acceso a las plantillas, crea agravios comparativos, provoca conflictos, favorece las corruptelas y, en fin, hace que distintos entes actúen sobre el mismo terreno sin que al final se sepa bien quién es responsable de qué. Les recomiendo que peguen un vistazo a la web de la Asociación para la Defensa del Función Pública de Aragón y se harán una idea aproximada del tema.

Despejar tan complejo panorama implicaría muchas cosas, desde una planificación más seria de las ofertas de empleo público hasta, por ejemplo, el pleno desarrollo de las actividades que atañen a los funcionarios de alta cualificación, pasando una justificación exacta y detallada de los trabajos (análisis, estudios, asesorías y demás) que se encargan al sector privado.

Hoy en día no hay manera de saber con precisión en qué y cómo se gasta el dinero del contribuyente. Ahí están las empresas públicas dependientes del Gobierno aragonés, con una deuda acumulada que se acerca peligrosamente a los quinientos millones. Pero algunas de ellas, además, no paran de recibir dinero a fondo perdido de la DGA o de otras instituciones y organismos. Sus contabilidades acaban siendo un misterio más hermético que el de la Santísima Trinidad.

No es raro que las intervenciones intervengan cada vez menos y que todas las esperanzas de la gente ordenada se hayan puesto en el futuro Tribunal de Cuentas de Aragón. Pero sus responsables, en vez de contentarse con los treinta empleados que se pensó al principio, han reclamado más de sesenta. ¡Toma barullo y ven por más!