La condena del régimen sirio hecha ayer por la responsable de la Política Exterior y de Seguridad de la UE, Catherine Ashton, coincidió con la represión desencadenada por el presidente Bachar el Asad, que sembró de muertos la celebración correspondiente al final del Ramadán. Atrapada en la prudencia a la que obliga no desencadenar en Oriente Próximo un efecto dominó a partir de la desestabilización de la dictadura siria, los europeos secundan así la posición contenida de Estados Unidos, donde la posibilidad de poner en marcha una intervención dinámica en Siria está descartada. No de ahora, por cierto, sino desde hace por lo menos un quinquenio, cuando el vicepresidente Dick Cheney aconsejó un ataque selectivo y el establishment se llevó las manos a la cabeza.

EL FACTOR PRUDENCIA

El riesgo de experimentar el efecto dominó --Líbano, Israel, quizá Irak-- no es la única razón que induce a descartar políticas incisivas. La fragmentación de la sociedad siria, dentro de la cual asoman los peligros inherentes a la división religiosa, es un factor añadido que aconseja prudencia. Las diferencias surgidas en el seno de la mayoría suní, cuyos clérigos más relevantes apoyan a los Asad --alauís--, es un síntoma inquietante de la trama de intereses que comparten la familia gobernante, el partido Baaz, el Ejército y la autoridad religiosa que controla los sermones en las mezquitas y guarda silencio ante la deriva sanguinaria del régimen.

DISPARIDAD EUROPEA

Esta conjunción de intereses puede intentar un lavado de imagen en muy pocos días, cuando la Autoridad Palestina somete a votación de la Asamblea General de la ONU la creación de un Estado palestino, que Siria apoyará. Una situación que, no por previsible, podrá ser manejada por la UE con facilidad a causa de la disparidad de criterios en las cancillerías europeas, obligadas a preservar sus intereses sin dar la impresión de que dejan los palestinos a su suerte.

Por si esto fuera poco, las enseñanzas extraídas de la campaña libia son concluyentes: larga duración, esfuerzo presupuestario y costosa transición. De ahí que cuanto suponga ir más allá de la retórica condenatoria y de las sanciones quede fuera de las intenciones de Estados Unidos y sus aliados para atajar el mal sirio.