Más allá de su origen matemático la expresión "cuadratura del círculo" viene usándose para hacer referencia al intento de solucionar un problema irresoluble y si bien es verdad que era más fácil oírla antes que en los últimos tiempos, todos la entendemos perfectamente.

Pues precisamente así me parece a mí que podría calificarse la ambición de nuestro presente. Un ensayo tal vez no del todo consciente que nos lleva a tratar de compaginar contrarios, como contrarios son nuestro discurso enarbolando la bandera de la defensa de los derechos humanos, por definición universales, mientras nos entregamos a un festín de consumo Made in China. Una actitud que, si por un lado hace perder credibilidad a nuestra encendida protección de los derechos humanos, por otro nos proporciona altas dosis de bienestar que aunque efímero y artificial no está de más en los tiempos que corren, displicente sinfonía en gris quizás no breve.

Por no hablar de la conocida cuestión de la huella ecológica que nuestro voraz apetito consumidor está provocando en el planeta. Pero al fin y al cabo, ¿para qué ser coherente cuándo se puede intentar ser feliz?

SÍ, YA SE QUE UNO no abre el periódico los domingos para que le den lecciones, bastantes sustos y disgustos nos dan las noticias como para que también vengan los de la sección de "Opinión" a amargarnos la existencia. Intentaré en la próxima entrega compensar mi atrevimiento pero no quería dejar pasar la ocasión de decir que extraños tiempos son estos en los que la coherencia resulta heroica y la heroicidad irritante.

Pasó la época en que los sistemas resultaban perfectos, ni el socialismo ni el comunismo en estado puro nos dieron respuestas, al menos no prácticas, a nuestra contradictoria condición. Con los grandes planteamientos nos llegaban composiciones teóricas de tal refinamiento conceptual que resultaban convincentes, cada una con una fundamentación moral suficiente como para excluir cualquier otra posibilidad y opción.

Ya no, a día de hoy la lucidez resultaría la mejor y más eficaz moral: comprendernos para emprender. Y sin embargo, acostumbrados a las técnicas de fotoshop borramos las aporías y disimulamos los abismos sociales a la perfección hasta perfilar un paisaje apenas con horizonte y menos cielo.

COMO MUCHOS OTROS LO hicieron antes, Zygmunt Bauman parece predicar en el desierto cuando, a menudo, nos advierte de que mientras todo sea global menos la política, mientras no haya leyes supranacionales para regular los problemas supranacionales, mientras la economía se mueva a la velocidad del siglo XXI y la política lo haga a la del XIX, seguiremos instalados en el laberinto. Y es que aunque con el empeño y la aplicación del aprendiz tratemos de cuadrar el círculo el círculo seguirá siendo redondo.

Profesora de Derecho de la Universidad de Zaragoza. Consejera de la Fundación Ecología y Desarrollo