Opinión
Juan Bolea, Escritor y periodista
Sala de máquinas
La corrupción se extiende a las finanzas
El cáncer de la corrupción se ha ido extendiendo por el cuerpo de la política española hasta amenazar gravemente su salud. Muchos, los más exasperados, los más radicales, los parados de larga duración, los jóvenes sin empleo ni futuro desearían cortar por lo sano pero... ¿dónde, en qué punto exacto habría que cercenar?
La opinión pública señalaría ahora mismo a los directivos de Bankia y a todos aquellos responsables económicos que, en los últimos años, han contribuido a dañar --tan gravemente como lo está el político--, el sistema financiero español. Me refiero a esa nueva clase social de arribistas, jugadores de bolsa, politicastros, brokers, medradores, conseguidores y, en su submundo, trileros de guante blanco que en pocos años han amasado grandes fortunas a base de blindar sus contratos y obtener compensaciones astronómicas por jubilaciones o cese de actividad. ¿Quién ha investigado a aquel directivo de Palencia que se jubiló con doce millones de euros? ¿Quién a ese ex ministro de la perilla que a lo mejor resulta un periñán? Hasta ahora, ningún acusador público, ningun Parlamento. Impunidad total. Salen, por el contrario, en lugar de cargados de grilletes, reforzados, como diría Gallardón del presidente del Consejo Judicial.
Con estos precedentes de legalidad, con patente de corso para abordar el banco propio y limpiarlo hasta la sentina, y con la fundada esperanza de que, en caso de naufragio, el galeón del Estado y algún piloto ciego como Mariano Rajoy dará orden de remolcar al precio que sea, estos bucabanqueros han hecho y deshecho a placer.
Ahora, con el país escorado, la carga suelta y la bodega amotinada de galeotes sin pan todo son reproches y culpas, pero sin que haya proceso, procesado o culpable. Al igual que, de vez en cuando, los partidos políticos, al salir saludando su míster 3%, amontonaban promesas de transparencia y cambio, para olvidarse de ellas en cuanto amainaban las críticas, así el banquero pre--jubilado, oculto en su agujero fiscal, jugará a doble carta aguardando que las cosas --las ayudas del gobierno, una banca pública, el escarmiento en el espaldar de algún pardillo-- vayan yendo por su cauce.
¿Servirá el roto de Bankia para romper la imagen de benefactores que ampara a la escoria financiera? Me temo que no será así, y que el cáncer de la banca, como el de la política, seguirá extendiéndose por el cuerpo social.
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