Opinión

CÁNDIDO Marquesán

Políticos versus democracia

El PP y el PSOE se han culpado mutuamente de ser los responsables del descrédito de la clase política

Las épocas de crisis son las más propicias para realizar cambios profundos en las estructuras políticas, sociales o económicas, y así intentar solucionar los problemas de una sociedad. Muchos son los que aquejan a la España actual: el deficiente funcionamiento del poder judicial, la corrupción política, la estructura político-territorial del Estado, el fraude fiscal, la ley electoral, el ataque al Estado de bienestar. Otro, no menos grave, es el desprestigio creciente de nuestra clase política, tal como acaba de reflejar el CIS, al ser el tercer problema para la sociedad española. El auto reciente del juez Sr. D. Santiago J. Pedraz Gómez confirma la convenida decadencia de la clase política. Palabras que han provocado la respuesta lamentable del portavoz del grupo popular en el Congreso de los Diputados, Rafael Hernando al calificar al juez por su sentencia de pijo ácrata", "indecente", "inaceptable", "impresentable" e "intolerable". ¡Vaya ejemplo!

Que la sede de la soberanía popular, el Congreso de los Diputados, tenga que estar protegido de los ciudadanos por cientos de policías tras dobles filas de vallas de tres metros de alto, es la prueba más clara de que nuestra clase política vive desconectada de la problemática de la gente. ¿Algo habrán hecho mal? Las decisiones parlamentarias ni estaban en los programas electorales, ni tampoco han sido consultadas en referéndum, lo cual supone un fraude, una perversión del sistema democrático. De ahí el desencanto y la respuesta ciudadana. Si no se hubiera producido una reacción, estaríamos en una sociedad sin fe en sus propios derechos y por lo tanto agonizante políticamente. Lo que nos sucede, el mal que se abate sobre todos nosotros, no es tanto debido a la iniciativa de los pocos que trabajan como a la indiferencia, al absentismo de los muchos, como nos dice Gramcsi. La crisis económica con tanto sufrimiento, no propicia la reacción y reflexión de los políticos. Ellos a lo suyo. El PP y el PSOE se han culpado mutuamente de ser los responsables del descrédito de la clase política española. Además de indecentes, no tienen sentido del ridículo. Mas, estos son los políticos que tenemos, ya que nosotros los hemos votado.

Es imprescindible una reforma profunda del funcionamiento de los partidos políticos, al ser instituciones básicas de nuestro sistema democrático. Conviene hacer algo de historia sobre ellos. La Constitución de 1978 en su artículo 6 les dio un gran protagonismo, explicable por su desprestigio que venía de tiempos de la dictadura. Se convirtió en norma que tras la II Guerra Mundial se constitucionalizaran los partidos, como en la italiana de 1947, la Ley Fundamental de Bonn de 1949 o la francesa de 1948. Sea bien recibido tal reconocimiento del que los políticos han hecho un mal uso. Hoy los partidos incumplen nuestro texto constitucional, ya que ni expresan el pluralismo político, ni concurren a la formación de la voluntad popular ni son instrumento fundamental para la participación política, tal como estamos constatando con las manifestaciones masivas en las calles. Y en cuanto a que la creación y el ejercicio de su actividad tendrán que ser libres dentro del respeto a la Constitución y a la Ley y que su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos", también se incumple por el aparato de los partidos, pues son sus dirigentes, quienes toman las decisiones marginando a las bases. El aparato, la excesiva burocracia interna, la lucha a muerte por el poder, y el culto a la alabanza y la sumisión, son absolutamente incompatibles con la opinión, la saludable discrepancia y el debate transparente. Por ello, la renovación de ideas y personas es imposible. Y no lo es porque sus dirigentes tienen auténtico pavor a la "democracia", es decir, al debate de ideas, a permitir las discrepancias. Sorprende la pasividad de muchos de sus militantes. Lo que estoy diciendo es lo que todo el mundo piensa y pocos se atreven a decirlo. Lamentablemente esta es la deriva por la que caminan todos los partidos. Esta situación ya viene de lejos, ya nos lo señaló Robert Michels en su conocida "ley de hierro de la oligarquía" en 1911 en su libro, basado en la dinámica institucional de Partido Socialdemócrata alemán (SPD), Partidos Políticos. Un estudio sociológico de las tendencias oligárquicas en la democracia moderna. La tesis fundamental es que no es posible la lucha obrera sin organización, pero que esta trae consigo especialización de funciones, división del trabajo, y con ellas, burocracia, jerarquía y el gobierno crecientemente oligárquico de una cúpula cada vez menos sometida al control de las bases. Expone cómo y por qué mecanismos los dirigentes políticos del partido tienden a integrarse en el sistema social y económico vigente, en contra de la opinión mayoritaria de las bases; cómo se perpetúan y se reproducen por cooptación; y cómo, finalmente, los de abajo que aspiraban a llegar arriba establecen un relación clientelar con los dirigentes. La conclusión es desoladora, ya que si en el partido de vocación más democrática, como el SPD alemán, se cumple esta "ley de hierro de las oligarquías", entonces tiene que suceder con más intensidad en el resto de partidos. Por ello, la obra de Michels debería ser de obligada lectura para los dirigentes de nuestra clase política. Profesor de instituto

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