Opinión
JOSÉ Bada
A propósito del Vaticano II
Con motivo del 50 aniversario de la inauguración del Vaticano II, se han publicado numerosos artículos sobre la Iglesia en la situación actual. Desde entonces el mundo ha cambiado mucho, no siempre a mejor, y la Iglesia, menos y en cierto modo, a peor. Dice un amigo mío que Juan XXIII quiso ponerla al día, Juan Pablo II la puso en escena y Benedicto XVI la está poniendo en conserva. Comparto la opinión de mi amigo a grandes rasgos.
No solo en España pero también y especialmente, las parroquias se vacían y el prestigio de los obispos está a la altura del desprestigio de los políticos. Me temo sin embargo que en ambos casos la causa principal de esa decadencia viene de arriba, de las cúpulas de la Iglesia o de los partidos. Sin que esto disculpe a los fieles, pues no habría pastores si no hubiera ovejas en ninguna congregación religiosa o profana, sectaria o partidista. O si creyentes y ciudadanos supieran que todos los pastores de este mundo son ganaderos que viven de sus ovejas.
Pero hay que decir inmediatamente que no es lo mismo la institución de la Iglesia que la iglesia, ni el régimen de Cristiandad que la virtud de la cristiandad que hace a los fieles cristianos igual que la humanidad hace a los hombres humanos. Ni el cuerpo de Cristo, que cree ser la iglesia donde quiera se reúna en su nombre, que "la corporación de derecho público" que es la Iglesia por ejemplo en Alemania.
Precisamente, hace un par de semanas, el Alto Tribunal Administrativo de Leipzig ha fallado contra quienes pensaban librarse del impuesto eclesiástico que recauda el Estado para la Iglesia católica, alegando su cese como miembros de dicha "corporación" sin renunciar a serlo del cuerpo de Cristo y a comulgar con otros que lo sean. Lo que no extraña en absoluto si tenemos en cuenta que para el Estado alemán la Iglesia católica es una de las tres "iglesias" --es decir, de las tres confesiones o congregaciones religiosas-- que reconoce solo como "corporaciones de derecho público" con algunos privilegios y ningún misterio.
Un tribunal del Estado en Alemania solo puede sentenciar que cualquiera que declare libremente su no pertenencia a la Iglesia católica deja de ser ipso facto un miembro de esa corporación, sin juzgar lo que haga después la Iglesia con los disidentes. Pero a todo eso ¿qué ha dicho la Iglesia? El secretario de la Conferencia Episcopal alemana ya dijo que "nadie puede abandonar la organización de la Iglesia y pertenecer a la comunidad espiritual". Y los obispos lo mismo, claro, no en vano el pueblo llano piensa que ellos son la Iglesia y esta una institución. Muy distinto es lo que piensan los teólogos, algunos, y lo que enseñaba en Münster el profesor Ratzinger en 1965: que del cuerpo de Cristo que es la Iglesia se pasó en la Edad Media al malentendido de la Iglesia como corporación, y que eso no es un concepto teológico.
Hablo de un "perito" del Vaticano II que perteneció al grupo de teólogos contra los que se previno desde la Curia a los obispos al comenzar la segunda sesión. En ese mismo grupo figuraban entre otros H. Küng, K. Rahner y el francés I. Congar que había escrito al comenzar su diario en la primera: "Pío IX orientó la Iglesia a ser constantemente del mundo y no a estar en el mundo (-) Y Bonifacio VIII reina todavía sobreimpreso a la imagen humilde de Pedro el pescador". Ratzinger dejó la cátedra de teología, eligió la carrera eclesiástica y la ha recorrido hasta la última meta. Hoy es el Papa. ¿Ha sido su vida una réplica a pequeña escala del malentendido de la Iglesia?, ¿Acaso era su destino salvar una parte de las reservas de Occidente y del patrimonio de la cultura cristiana para la humanidad? Porque también esto es necesario, aunque en mi modesta opinión no sea el mejor servicio que pueden prestar los discípulos de Jesús al mundo. ¿Llegará un día en el que se les reconozca de nuevo en la fracción del pan: en su reparto, en la fraternidad, y el mundo recupere así el significado de palabras tales como "compañero", "participación", "convivencia", "diálogo", "libertad" y "humanidad" para ser humanos?
Todos los intermediarios, pontífices, funcionarios, jerarcas, profesionales que imparten y reparten en iglesias y partidos, colegios, corporaciones, organizaciones incluso no gubernamentales, todos los administradores de lo divino y humano, corremos el riesgo corporativo de abrirnos a la sociedad en beneficio propio. Cuando desde las instituciones se llama a la participación la mayoría de las veces se piensa en el negocio, como cuando se abre una tienda. En el partido te piden el voto y que pagues la cuota, en misa, que digas amén y eches una limosna. Hasta el amor, que es el mayor de los carismas, se pringa en las instituciones. La institución de la Iglesia no es más que un malentendido que perdura, y una categoría en su género. Filósofo
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