Opinión

JOSÉ LUIS Ainoza, Periodista

No solo dan ganas de llorar

Una de cada cuatro personas en edad laboral no encuentra trabajo; una de cada cinco está por debajo del umbral de la pobreza; los suicidios ante desahucios devastafamilias ya se han hecho un hueco en las portadas; los jóvenes que aún pueden correr se escapan y los jubilados, cuyas pensiones y viviendas alimentan y dan cobijo a tres generaciones, temen que no les revaloricen sus ingresos. La inflación, compañera de viaje de la abundancia y el gasto desaforado, sigue su escalada en una economía en recesión, señal de que los precios no bajan aunque caiga la demanda. ¿Quién engorda su bolsillo a costa de las necesidades? Ocho millones de pensionistas esperan unos 30 euros más al mes para seguir igual. Pero hoy no son vistos como personas a las que atender por ley, aquí la única ley que se cumple es la del déficit, clavada en la Constitución por encima de todas las demás. La actualización supondría 5.000 millones en dos años y eso escuece a los bancos alemanes que no están dispuestos a perder una perra del mal negocio que hicieron con sus préstamos a los colegas del sur que, a su vez, no se sienten responsables del descontrol y malas prácticas empresariales que les han llevado a la ruina, de la que esperan salir derivando sus pérdidas a los que trabajan, a los que no, a los pensionistas, a los discapacitados. Con todo, el que lleva las cuentas escupe que las suyas son las más sociales de la democracia. Si al que lleva la corona le dan ganas de llorar, a los costaleros igual les da por el borrón y cuenta nueva. Que ya toca.

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