El Diccionario de la Real Academia Española define "sentina" como "un lugar lleno de inmundicias y mal olor", allí "donde abundan o se propagan los vicios". Traigo a colación este término porque quiero asociarlo a Suiza, ese idílico país alpino que, convertido en el mayor paraíso fiscal del mundo, acumula en sus bancos el dinero (inmundo) de multitud de defraudadores, evasores de impuestos, así como los bienes expoliados por tiranos y dictadores diversos, además del dinero procedente del crimen organizado y, especialmente, del narcotráfico.

La tradición de Suiza como "lavadora" mundial del dinero negro de tan diversas procedencias viene de lejos. Recordemos, por ejemplo, el indigno papel desempeñado por el país helvético durante la II Guerra Mundial al "blanquear" el inmenso botín obtenido por los nazis en su saqueo de los países de la Europa ocupada y del expolio al que fue sometido el pueblo judío condenado al holocausto. La lectura de los excelentes libros de Jonathan Díaz y de Ramón J. Campo sobre el tránsito del oro nazi por la estación de Canfranc durante los años de la contienda, resulta reveladora. Gracias a ellos se conoce el papel destacado que en el mismo tuvo el franquismo. En consecuencia, Suiza proporcionó a Alemania ingentes cantidades de francos suizos a cambio del oro expoliado para la compra de las materias primas necesarias para el esfuerzo de guerra hitleriano, entre ellas, el wolframio que le proporcionaba Franco, vital para el blindaje de tanques. A cambio, Suiza obtuvo toneladas de oro que, para ocultar su oprobiosa procedencia, refundió en lingotes y los blanqueó añadiéndo las iniciales CH de la Confederación Helvética.

Acabada la guerra, se juzgó a los criminales nazis, pero nunca se tomaron medidas contra Suiza, que fue un soporte financiero vital para la barbarie nazi que, de este modo, pudo prolongar la guerra con los efectos devastadores y la puesta en marcha del holocausto judío. Por ello, y enlazando con el presente, Suiza merece el calificativo de sentina, al ser un refugio del dinero negro, conectado con el sistema financiero internacional, razón por la cual Ignacio Escolar lo calificaba como "un estado criminal" ya que "vive de estafarnos a los demás, pero no recibe castigo alguno porque son nuestros gobiernos y las élites financieras de nuestros países quienes se lucran de este negocio inmoral", sin que este "idílico" país haya sido denunciado por ello ante la Corte Penal Internacional.

Recientemente, Vicenç Navarro se hacía eco de una noticia que publicó The New York Times relativa a una lista de 569 españoles que contaban con cuentas ocultas en el banco suizo HSBC. Entre estos evasores de impuestos estaba desde Emilio Botín (¡vaya apellido para un banquero!, como dijo en su día Alfonso Guerra), hasta un amplio espectro de políticos conservadores (Aznar, Cospedal, Rato, Zaplana, Piqué, Matutes, Acebes-), socialistas (Narcís Serra, Solchaga, Jordi Sevilla, García Vargas...), así como nacionalistas vascos y catalanes.Todos ellos, con su actitud, dan un ejemplo deplorable en estos momentos en que se nos pide a todos "arrimar el hombro" (fiscalmente) para salir de la actual crisis económica. Todos ellos, se hallan muy lejos de aquellos otros empresarios que, como ocurre en Alemania, Francia o Estados Unidos, piden a sus gobernantes que les suban los impuestos a ellos, a los más ricos, por un elemental sentido de responsabilidad o, si se quiere, de verdadero patriotismo.

Pero el poder de Suiza es grande y presiona para que su privilegiado status bancario se mantenga inalterado. Recordemos el caso de Hervé Falciani, el empleado del banco HSBC que desveló los datos de miles de defraudadores de dicha entidad y que, refugiado en España, se halla encarcelado pendiente de extradición al país helvético acusado de "vulneración del secreto bancario", un delinto que no existe en el ordenamiento jurídico español, o el procesamiento del periodista griego Kostas Vaxevanis por desvelar los nombres de 2.059 delincuentes con cuentas en Suiza para evadir impuestos. Tampoco debe pasarnos desapercibidas las gestiones de Didier Burkhalter, ministro de Asuntos Exteriores suizo quien, en su visita del pasado 8 de octubre, ofreció al Gobierno de Rajoy. una oferta para garantizar la privacidad de los españoles que disponen de cuentas en su país: es el llamado Acuerdo Rubik, mediante el cual el Estado cobraría una cantidad de dinero a cambio del silencio y tranquilidad de sus clientes, cuyos nombres no serían revelados. De este modo Suiza pretende impulsar acuerdos bilaterales como los firmados con Austria, Reino Unido y Alemania, con los Gobiernos de la Europa del Sur (Grecia, Portugal y España), aquellos que precisamente están sufriendo con mayor intensidad el azote de la crisis y que padecen un enorme fraude y evasión fiscal.

Mientras estas cosas sucedan y se consientan, Suiza seguirá siendo una sentina financiera que acoge a todo tipo de defraudadores, al dinero negro de la más diversa procedencia. Y es que, ya lo dijo Aznar, uno de estos patriotas-defraudadores, al reconocer que "los ricos no pagan impuestos en España". Y, ciertamente, con la ayuda impagable de Suiza, esta afirmación es una triste y dolorosa verdad.