La verdad es que el actual Ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, dio una gran alegría a la humanidad hace unos meses cuando regaló al pueblo español el Real Decreto 1392/2012 que, a su vez, modificaba el Real Decreto 1135/2002, mediante el cual se estipula las condiciones mínimas para la protección de cerdos. Entre otros muchos y emotivos detalles, tras definir algunos conceptos básicos del ramo (cerdo, verraco, cerda joven, cerda, cerda en lactación, cerda postdestete, cerda gestante, lechón, cochinillo destetado, cerdo de producción y- autoridad competente: todo junto y seguido), se especifica allí las condiciones de cría en las explotaciones de cerdos y, más concretamente, la superficie de suelo libre que deberán disponer cada grupo o clase de cerdos.

La emoción de la ciudadanía subió aún varios enteros más al enterarse de que la superficie total de suelo libre de la que debe disponer cada cerda, o cada cerda joven después de la cubrición, cuando se críen en un grupo, será al menos de 2,25 metros cuadrados y 1,64 metros cuadrados, respectivamente. Con todo ello se estaba poniendo en marcha un digno plan nacional de vivienda porcina, anunciador quizá de algún otro plan de vivienda para la especie humana hispana ("bípeda e implume", al decir de los clásicos, y para que los cerdos puedan identificarnos bien dentro del reino animal).

Sin embargo, pronto se nos borró la sonrisa de la cara cuando el doce de febrero de 2010 el ministro de Educación de aquel entonces, Ángel Gabilondo Pujol, firmaba junto al Rey el Real Decreto 132/2010, donde se determina que el alumnado de Primaria y Secundaria deba contar con solo 1,5 metros cuadrados por puesto escolar (en Infantil, 2 metros cuadrados/puesto escolar), es decir, todo un agravio comparativo respecto de nuestros hermanos y hermanos, los cerdos, que, como acabamos de ver, cuentan en sus granjas con mayor espacio. No es que debamos dejarnos llevar por nuestros bajos instintos, pero realmente se trata de todo un agravio comparativo para con los humanos hispanos, la verdad.

En otras palabras, nuestros gobernantes consideran así desde hace tiempo que los escolares humanos pueden arreglárselas con menos espacio que los cerdos. De hecho y como botón de muestra, ya en 1991, el Real Decreto 1004/1991 consagraba ya los consabidos 1,5 metros cuadrados por puesto escolar en Primaria y Secundaria, inferior al espacio requerido por y para las cerdas y las cerdas jóvenes después de la cubrición. ¿Nos hemos puesto a pensar realmente qué es un metro y medio cuadrado? Una familia compuesta por cuatro miembros dispondría sobre esta base de seis metros cuadrados para vivienda. ¿Tendrá que comprar el Ministerio de Educación nuevas mesas, de menores dimensiones, amén de prohibir al alumnado meter en el aula sus mochilas por falta de espacio (en 1,5 metros cuadrados no caben mesa, silla, escolar y mochila)?

Sin embargo, lo peor estaba aún por llegar. El 20 de abril de 2012 el actual Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy Brey, firmaba junto al Rey el Real Decreto-ley 14/2012, donde, aduciendo básicamente razones de escasez presupuestaria, en su artículo 2 se modifica las ratios de alumnos por aula. Si antes el número máximo de alumnos por aula en la enseñanza obligatoria era de 25 para Primaria, 30 para Secundaria obligatoria y 35 para Bachillerato, el citado Decreto-ley del ministro José IgnacioWert estipula que dichas ratios podrán ser ampliadas hasta un 20 por ciento. Es decir, 30 para Primaria. 36 para la ESO y 42 para Bachillerato.

Volvamos ahora a nuestros cerdos, no sin antes hacer unos cuantos pequeños cálculos más sobre el espacio mínimo por puesto escolar resultante tras la última ampliación de ratios del Gobierno del PP: de los 1,5 metros cuadrados por puesto escolar pasamos ahora a 1,20 metros cuadrados por escolar; es decir, 1,05 metros cuadrados menos que la cerda de una explotación.

Arias Cañete versus Ignacio Wert, cerdos versus escolares hispanos: ganan Cañete y Wert (ambos han alcanzado sus últimos objetivos ministeriales) y prevalecen las cerdas sobre los humanos escolarizados. Y no es solo cuestión del espacio legislado para cerdos y escolares, sino sobre todo de los celos que suscita entre los humanos, que pueden sentirse preteridos debido al cariño del Gobierno del PP para con el ganado porcino en comparación con el mostrado a los escolares durante su permanencia en el aula. Los cerdos (y no solo sus estratos sociales de mayor prosapia, como Jabugo, Teruel, ibérico o de bellota) estarían la mar de contentos con espacios tan privilegiados gracias al ministro bípedo e implume Arias Cañete, si no fuera porque después quedan convertidos en morcillas, chorizos y jamones. Sin embargo, apenas se quejan, pues temen que, de no ser así, verían reducida la superficie de su suelo libre, hasta llegar a los niveles indeseados de los escolares españoles.