La magnitud de la que está cayendo nos obliga a fijar casi todas las preocupaciones en el partido gobernante, el PP. Y así tiene que ser, no en vano son estas gentes las que por voluntad popular proponen sus peculiares soluciones a los graves problemas del país, de los ciudadanos. Sin embargo, ello no debería ser óbice para dejar en el olvido al otro gran partido de gobierno, el PSOE, igualmente partícipe del desaguisado, si bien con mayor mesura. ¿Puede el actual PSOE ofertar una política que ilusione al electorado?. Mucho me temo que no, y ello por muchas razones, entre las que destaca, en mi opinión, el inmenso error cometido al encargar la dirección del partido a un hombre como Pérez Rubalcaba, cómodo muñidor entre bastidores de mil y una intrigas pero absolutamente incapaz de abrir puertas y ventanas a los nuevos tiempos, a una imprescindible renovación en el socialismo español. Hasta tal punto es un fiasco este hombre tan alabado ahora mismo por un incomprensible Javier Lambán (rodeado de un gabinete de asesores aúlicos a medio camino entre el jesuitismo y el yupismo de salón y gomina),que su mentor y auspiciador como secretario general, Rodríguez Zapatero, se reconcome pensado en el aciago día en que fijó sus preferencias sobre el cántabro de marras. Y es que Rubalcaba ha sido incapaz de renovar su partido y lo que es mucho peor, de sintonizar con las gentes que previsiblemente podría votar socialista. Hace falta un PSOE fuerte, pero no el que Rubalcaba dirige. Otro PSOE.